Carlos Arauz Ramos
Escritor costumbrista
Octubre 2021
En nuestro país el origen de la tradición de Mascaradas, los Mantudos o los Payasos, viene del Cartago de mediados del siglo xix, cuando empezaron a aparecer disfraces estrafalarios bailando durante las Fiestas de la Virgen de los Ángeles. Con el tiempo la tradición fue llevada a otras partes, por lo que se generalizo la costumbre en todas las fiestas cívicas y en muchas fiestas religiosas de nuestro país. Así las mascaradas como la giganta, el diablo, la muerte, la segua y una serie de divertidos fantoches de personajes destacados se constituyeron en una tradición en las fiestas cívicas, un motivo para representar jocosidades, burlar y gozar, bailar, brincar, correr y asustar a los más pequeños con sus estrafalarios atuendos y sus enormes caras grotescas.
Sin embargo, desde la época precolombina, los indígenas usaban máscaras de rasgos animales, durante sus ritos y fiestas religiosas. Mas adelante ya conviviendo con los españoles, los indígenas usaban disfraces para burlarse de los hispanos, que los nativos consideraban torpes y lentos. Un resabio algo diferenciado de estas costumbres, se puede apreciar actualmente en el Baile de lo Diablitos en la región sur de nuestro país.
Además, en el primer tercio del siglo xviii, muchos visitantes pudieron apreciar en Nicoya, como los indígenas disfrazados llevaban sus canticos y bailes a la iglesia, y al son de pitos, ocarinas y atabales, reverenciaban una imagen de la Virgen. Esto pudiera estar relacionado con el Baile de la Yegüita, donde un caballito de madera y una diminuta muñeca de hechura similar, acompañan a la Virgen de Guadalupe durante las procesiones de sus Festividades, el once y el doce de diciembre de cada año. De igual forma, los visitantes pudieron notar como los indígenas disfrazados, con sus canticos y areitos realizaban sus ritos funerarios, también en presencia de una imagen sagrada de la Virgen.
En Guanacaste las mascaradas son conocidas como los Payasos. Antaño las figuras más relevantes eran la Giganta, una muñecona descomunal, burdamente pintada y el diablo con la cabeza totalmente pintada de rojo al igual que su traje estrafalario y acompañados de otros disfraces más pequeños representando animales. Actualmente no faltan la Giganta, la Muerte, el Diablo y figuras de personajes clásicos de la comunidad. En algunas partes se sortea un cacaste, figura consistente de una cachera de toro, una armazón y telas alrededor que representan el cuerpo y el cuero del animal. Adentro va un jinete que asemeja al montador. El cacaste trata de cornear a todos los que se le pongan por delante al igual que en una monta de toros. Esta hechura bufa y su papel de cornear y asustar, representa, La Leyenda del Cacaste, una vieja leyenda que habla de un cuero y un esqueleto reseco por el sol, una calandraca que por brujerías y secretos se levantaba y perseguía a todas personas que se encontrara en su camino.
Antaño en las fiestas populares de Guanacaste, el baile y las piruetas de los Payasos siempre iban acompañados de música parrandera, cimarronas tocando música alegre y callejera, la música con el espíritu fiestero de los bailes populares. Esa era la música producto del mestizaje del indígena, del negro y del español. Muchas veces los Payasos iban acompañando los topes de toros, costumbre de pasear los animales por medio pueblo antes de jugarlos, rodeados únicamente de un grupo de jinetes que semejaban un cercado para evitar que el ganado escapara. En ocasiones los Payasos debían enfrentarse y sortear algún toro matrero que se saliera del arreo. Después, al son de las filarmonías del pueblo, los Payasos seguían bailando por todas las calles entre los chinamos y ventas callejeras, en un ambiente fiestero, asustando y persiguiendo con fuetes y chilillos de tamarindo a los muchachos que los fregaban y hacían burla de ellos.
Así como las costumbres y tradiciones conforman nuestro acervo cultural, ese bagaje de valores, símbolos, creencias y comportamientos sociales que generan nuestro sentimiento de pertenencia, las Mascaradas, los Mantudos o los Payasos, representan en mucho el talento, la capacidad y el ingenio creativo de nuestro pueblo. Sin duda alguna constituyen una importante manifestación cultural, una antiquísima tradición que engalana generosamente la identidad del ser costarricense.
El Decreto Ejecutivo N° 25724-C del 9 de diciembre del año 1996, declaró el día 31 de octubre de cada año, como el "Día de la Mascarada Tradicional Costarricense"