Hace un año nadie imaginaba un entorno educativo como el actual. La pandemia de la COVID-19 generó una situación sin precedentes en las últimas décadas que afectó al sistema educativo nacional y cada uno de los actores que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje especialmente a las personas estudiantes y sus familias.
En Costa Rica, desde el día 17 de marzo, el Ministerio de Educación Pública (MEP) suspendió las lecciones presenciales, con el fin de garantizar la seguridad y el derecho a la salud de la población estudiantil y la comunidad educativa (Resolución MS-DM-2382-2020/MEP-0537-2020). Como lo indican algunos autores la imposibilidad para acudir presencialmente a las aulas ha supuesto un proceso de virtualización de la educación, que en muchos casos, no estaba contemplado ni planificado (Albalá y Guido, 2020) por parte de la autoridades ni las familias.
En este contexto, y para apoyar el proceso de aprendizaje en tiempos de la COVID-19 el MEP desarrollo un instrumento denominado “Guías de Trabajo Autónomo” con el fin de que las personas estudiantes repasaran y reforzaran contenidos vistos antes de la suspensión de las clases presenciales. Esto implicó que muchos padres y madres de familia asumieran un rol clave en el proceso de enseñanza y aprendizaje de sus hijos. Pero ¿cuánto tiempo en promedio dedican las niñas, niños y adolescentes a repasar materia o realizar otras actividades académicas en el hogar? y ¿qué tan preparadas se sienten las familias para ayudar con el aprendizaje y las tareas de las personas estudiantes?
Con el fin de responder esas interrogantes y conocer la percepción de las familias sobre algunos de los principales efectos de la pandemia, entre el 1 de mayo y 18 de junio de 2020 el CIEP-UCR y el PEN realizaron un sondeo online a través Facebook, con un total de 32 preguntas, para indagar cómo la COVID-19 había cambiado la vida de las personas y en especial la educación de las y los estudiantes en el hogar. Se recopiló información para 2.546 hogares de los cuales 62,7% tenía presencia de personas estudiantes de preescolar, primaria y de secundaria (1.609 en total).
Con respecto al tiempo promedio que dedicaba el estudiantado a repasar materia o realizar actividades de índole académico (excluyendo clases virtuales), el 61% de las familias mencionó una duración de 1 a 3 horas diarias. Se encontró una brecha importante por tipo de centro en aquellos hogares con asistencia a primaria o secundaria, no así en preescolar.
Por ejemplo, cuando se consideran aquellas familias con jóvenes en colegio y la asistencia se da solo a centros privados la cantidad de horas dedicadas fue más de 3 en la mitad de los casos (51%). Si solo van a centros públicos, el 65% indicaron que el tiempo promedio fue de 1 a 3 horas diarias (Gráfico 1).
En este proceso resulta clave el apoyo de las personas encargadas. Cuando se preguntó por ¿qué tan preparados se sentían para ayudar a las niñas, niños y jóvenes con el aprendizaje y las tareas?, el 42% indicó que mucho, 41% que algo y el porcentaje restante poco o nada.
Al explorar factores relacionados con la percepción de una familia sobre sentirse muy preparada para apoyar a las personas estudiantes se encuentra que la razón de probabilidad se incrementa cuando aumenta la edad o la persona tiene educación secundaria o educación superior. Y disminuye cuando en el hogar alguna persona asiste al colegio o algún miembro está matriculado en un centro público. Así por ejemplo, la probabilidad de que la familia afirme estar muy preparada para apoyar a sus hijos e hijas es 2,4 veces más alta cuando tiene secundaria completa o universidad versus un hogar donde la persona tiene secundaria incompleta o menos (Gráfico 2)
A la imposibilidad que tienen muchas familias de apoyar a sus hijos en las casas se suma el deterioro de las condiciones económicas que enfrentan los hogares por problemas de desempleo y reducción de ingresos. Los resultados del sondeo evidencian que el 10% de las personas que estaban trabajando antes de la crisis fue despedida o tuvo una disminución de la jornada laboral (18%). En el caso de los propietarios de negocios más de la mitad reportó una caída en las ventas, el 29% el cierre del negocio y 12% dejó de trabajar.
La situación de cambio en las condiciones de empleo ha tenido implicaciones fuertes en la calidad de vida de las familias con estudiantes, más de la mitad de ellas reportó que el ingreso no les alcanza y que su situación ha empeorado con la pandemia lo que también hace que su máxima atención este puesta en generar ingresos y que el tiempo para apoyar a sus hijos con el estudio sea menor.
En múltiples ediciones del Informe Estado de la Educación, en un período pre-pandemia, se insistió en la necesidad de promover estrategias diferenciadas para atender estudiantes que provenían de hogares vulnerables y con climas educativos bajos. Son precisamente esas familias las que presentan menores recursos materiales, sociales y culturales para poder hacer frente a la pandemia (Albalá y Guido, 2020). Hoy las acciones de este tipo son urgentes en momentos donde las brechas socioeducativas se ensanchan.
La pandemia ha permitido al sistema conocer mejor la situación de sus estudiantes y las familias. La labor que realice el MEP, desde sus distintos niveles, para apoyar a los hogares más afectados por la pandemia, a siete meses de la suspensión de clases presenciales, es lo que marcará la diferencia entre la cantidad de estudiantes que quedan atrás o no.
Fuente: estadonacion.or.cr