Luis Castillo Briceño: Director de orquesta con raíces guanacastecas, conquista Europa al frente de la Sinfónica de los Países Bajos
Orgullo nacional: el costarricense oriundo de Nandayure comparte su pasión por la música, el legado de su familia y el camino que lo llevó a triunfar en uno de los concursos más exigentes de dirección orquestal del mundo.
Por Erika Fernández Cordero
Luis Castillo Briceño, Director de orquesta con raíces guanacastecas, conquista Europa al frente de la Sinfónica de los Países Bajos.
En la premiación, Luis Castillo Briceño estuvo acompañado por su madre, María Briceño, quien ha sido su fuerza y guía desde el inicio de su camino música.
El costarricense Luis Castillo Briceño se coronó ganador del concurso internacional de Dirección de Orquesta, celebrado el 15 de junio en Rotterdam, Países Bajos.
Luis Castillo Briceño no solo lleva la batuta frente a grandes orquestas internacionales, también lleva consigo la esencia de su tierra: Guanacaste. Nacido en Costa Rica y con profundas raíces familiares en Nandayure, este joven músico ha logrado lo que para muchos parecía inalcanzable: ser nombrado director titular de la Sinfónica de los Países Bajos, tras imponerse en un exigente concurso internacional en Rotterdam que reunió a los mejores talentos del mundo.
Desde muy pequeño, Luis estuvo rodeado de música gracias a su familia, especialmente a su padre, también músico. Lo que comenzó como juegos con platillos en una cimarrona a los seis años, lo llevó a formarse como pianista y luego como director en instituciones de alto prestigio en Suiza, Austria y otros escenarios europeos. Hoy, su talento, esfuerzo y pasión lo posicionan como uno de los referentes más prometedores de la dirección orquestal a nivel mundial.
Con orgullo guanacasteco, sencillez y alegría contagiosa, Luis conversó con Periódico Mensaje sobre su inspiración, su camino artístico, sus raíces culturales y el significado de representar a Costa Rica en el ámbito musical internacional.
Luis, ¿qué significa para vos haber crecido en una familia guanacasteca, específicamente de Nandayure?
Para mí siempre ha sido un gran motivo de orgullo el tener sangre guanacasteca. Recuerdo con mucho cariño las historias de mis abuelitos, de cómo se conocieron en Nandayure y cómo mi abuelito llegaba en un caballo blanco a conquistar a mi abuela allá en San Rafael. El apellido Briceño lo llevo con mucho honor. Mi papá fue músico, así que desde que nací estuve rodeado de instrumentos y sonidos. Convertirme en músico fue algo completamente natural.
¿Qué sonidos o expresiones musicales de Guanacaste marcaron tu formación desde pequeño?
Desde muy niño estuve muy cerca de la música folclórica y las cimarronas. ¡La primera vez que formé parte de una cimarrona fue a los seis años, tocando los platillos! Después, a los trece años, tocaba la flauta y participaba en temas como Charramanduzca, El punto guanacasteco y Caballito nicoyano. Esa música forma parte esencial de mis primeras experiencias musicales y emocionales.
¿En qué momento supiste que querías dedicarte a la dirección de orquesta?
Es algo muy misterioso. Primero uno se forma como músico, como intérprete. En mi caso, el amor por la dirección de orquesta nació cuando tenía unos 16 años. Recuerdo que fue casi como un pensamiento fugaz: “Uy, qué bonito… ¿y si me hago director de orquesta?”. Desde ahí, no lo solté más.
¿Cómo ha sido ese recorrido desde Costa Rica hasta escenarios tan exigentes como los de Europa?
Estudié violín y flauta en la Sinfónica en San José, luego cambié al piano a los 15 años y me formé en el Instituto Superior de Artes. Me gradué en la Universidad de las Artes de Zúrich, Suiza, y luego estudié dirección de orquesta en la Universidad de Música de Viena, Austria. He sido asistente de dirección en la Filarmónica de Londres y este año en la Filarmónica de Los Ángeles. Ha sido un camino largo, lleno de esfuerzo, pero lo he disfrutado intensamente.
¿Qué retos enfrentaste en ese camino y cómo los superaste?
Tuve la bendición de contar con el apoyo incondicional de mi familia. Mi madre, Ana Briceño Castro, y mis abuelos y tíos siempre estuvieron ahí. Mi papá falleció cuando yo tenía 13 años, así que somos una familia muy unida. Ese amor y respaldo han sido mi motivación más grande.
El triunfo en Rotterdam
¿Cómo viviste la experiencia del concurso internacional en Rotterdam?
Fue muy intensa. El año anterior se postularon más de 170 personas y solo seis fuimos seleccionados para la gran final. Fueron 15 días de competencia, de mucha música, ensayos y conciertos. Lo disfruté muchísimo.
¿Qué sentiste cuando mencionaron tu nombre como ganador?
Una mezcla de emoción, gratitud y felicidad. Compartí el momento con mi mamá y mi novia, que estaban en la audiencia, y con toda mi familia en Costa Rica. Fue un momento de celebración total, una gran satisfacción después de tanto trabajo.
¿Qué representa este reconocimiento para vos como artista costarricense?
Un gran orgullo. Siempre que voy a otro país llevo conmigo el nombre de Costa Rica. Somos un país pequeñito, pero con gente muy talentosa que puede lograr cosas grandes. Esa noche incluso estuvo el embajador de Costa Rica en Holanda con nosotros. ¡Fue una noche de pura vida!
¿Cómo integras tus raíces guanacastecas en tu expresión artística y dirección musical?
Siempre llego con una sonrisa y con ganas de hacer amigos. Como director, lo más importante es conectar con la orquesta y los músicos. Esa energía la traigo desde Guanacaste. Además… ¡bailo mucho cuando dirijo! Lo disfruto como si estuviera bailando un tambito.
¿Qué mensaje le darías a la juventud costarricense, especialmente a quienes sueñan desde zonas rurales?
¡Qué sí se puede! No importa si el sueño es chiquitico o gigante, si uno se esfuerza y trabaja con ganas, todo es posible. Paso a paso, con metas claras y perseverancia, uno puede llegar muy lejos.
¿Cómo podemos seguir fortaleciendo el arte y la música desde nuestra identidad costarricense?
En Costa Rica tenemos un sistema de educación musical muy bueno. El SINEM está presente en muchas comunidades y permite que niñas y niños tengan acceso al arte desde temprano. Tenemos que seguir apoyando esas instituciones, desde todos los rincones: Guanacaste, Limón, Puntarenas. Nuestra identidad cultural se fortalece cuando todos los territorios tienen voz artística.
¿Qué viene ahora para Luis Castillo-Briceño?
Este año continuaré dirigiendo orquestas en Europa y tengo varios conciertos programados. Además, en diciembre voy a dirigir por primera vez en China, lo cual me emociona muchísimo. Espero también volver pronto a Costa Rica para compartir con todos los ticos la belleza d de la música sinfónica.