Por. Thomas Rodríguez
La Iglesia de San Ramón fue consagrada el 16 de mayo de 1954 tiene como patrono a San Ramón Nonato.
Nació en Cataluña, el santo, en 1204, recibió el nombre de non natus (no nacido), porque su madre murió antes de que el futuro santo viese la luz, es por lo tanto el protector de todas las embarazadas.
En África, San Ramón rescató a muchos esclavos, fue flagelado constantemente, pero siguió predicando, enfurecido el gobernador de Argel, ordena que se le perforen los labios con un hierro candente y que se le ponga un candado y que la única llave le sea entregada.
Después de los martirios es devuelto a España, donde muere en el año 1239, a la edad de 36 años.
El nombre del mártir es el mismo que lleva el cantón segundo de la provincia de Alajuela, en un decreto firmado el 19 de enero de 1844, se funda oficialmente el pueblo de San Ramón.
Para 1890 la iglesia no cuenta con una imagen de San Ramón, se contrata entonces al escultor ramonense Lico Rodríguez, para que diseñe una, la imagen es bendecida el 30 de agosto de 1890, para tan especial ocasión se invita a todas las gentes de los distritos, pero se les pide traer además la imagen de sus respectivos patrones, para que saluden a San Ramón y lo acompañen por ocho días en su templo.
La celebración no termino ahí y ha continuado hasta nuestros días, han pasado 100 años, pero el pueblo ramonense, cada 30 de agosto revive esta tradición, bajan al centro trayendo al santo a cuestas entre canciones y vivas.
Bajan con la creencia firme que San Ramón el patroncito se alegrara al verles.
Esta fiesta multicolor no ha cambiado mucho desde sus inicios, lo que ha cambiado son las condiciones, en los remotos días santo y gente partían a las 3 de la mañana por entre cafetales, por trillos, ríos, soportando la lluvia de agosto, los pies descalzos vencían con trabajo al barro obstinado.
La caravana bulliciosa iba parando en el camino en varias casas, donde eran recibidos con café fresco, agua dulce, picadillo, pan casero, biscocho y también un traguito de guaro chirrite.
¡Ahí vienen los santos!, gritaba la gente del centro, las bombetas y los triquitraques hacían su aparición.
Esta tradición aún sigue vigente, varias generaciones se unen, y esperan este día, para compartir esta herencia de sus antepasados.
La pasada de los santos es significativa para nosotros, porque nos aploma el ánimo, nos estimula la confianza, porque entre más genuinos seamos, más valor tendremos para defender de sus enemigos a Costa Rica.