Por. Thomas Rodríguez
Cerca de un río, una mulata que acostumbraba ir cada mañana en busca de leña, halló sobre una roca, una pequeña imagen de piedra.
La recogió, la llevó a su casa y la guardó en una caja.
Regresó al mismo sitio y encontró de nuevo la imagen sobre la misma roca.
Llena de admiración, la tomó, creyendo que era otra similar a la anterior y la llevó a su casa.
Al abrir la caja, para guardarla junto a la que había encontrado primero, se llevó una sorpresa: ¡La primera ya no estaba!
Su asombro creció cuando, por tercera vez, al volver al mismo sitio, encontró la imagen sobre el mismo lugar.
La tomó y la llevó a su casa, donde pudo constatar que otra vez, la imagen de piedra no se encontraba.
Corrió donde el sacerdote, a quien le contó lo sucedido y le entregó la imagen.
El sacerdote la guardó en una caja.
La mulata regresó al mismo lugar, la vio sobre la piedra en la que la había hallado ya en tres ocasiones.
De nuevo corrió donde el cura, quien acompañado de otras personas se dirigieron al sitio, y ahí la volvieron a encontrar.
Condujeron la imagen en procesión hasta la iglesia, depositándola en el sagrario.
Al día siguiente la figura había desaparecido.
Encontraron, por quinta vez la imagen en el mismo lugar.
Ya con más cuidado notaron que era la imagen de la Virgen de los Ángeles.
Comprendieron entonces que era una aparición.
Y se dieron a la tarea de construirle una ermita en el mismo lugar.