Edición de 500 ejemplares. Prólogo de Francisco Zúñiga Díaz. Portada del pintora Olga Dorado. Textos escritos entre 1986-1992.
Francisco Zúñiga Díaz refiere en el prólogo: “Las puertas del sol es, en nuestro criterio, la suma y apogeo esencial de la poética de Miguel Fajardo. Enseña madurez artística de un poeta nacido en Liberia.
El sol somos nosotros, es América, el mundo, la humanidad. Ábranse las puertas para que “entre el sol sin arrogancia” y dejémoslo llevar “desde el tiempo Guaitil de las vasijas”, introduciéndonos por los desfiladeros de la historia –la de antes y la de hoy- para comprender la enfermedad del mundo y aprestarnos a su curación.
Pero más allá de Guanacaste está el mundo y Miguel Fajardo extiende su voz guerrera, de percusión anímica. Su metáfora es directa, en ocasiones descarnada, a veces colérica. Es una voz de protesta que no se incuba: se extiende sobre las voluntades de los seres humanos para hacerles sentir la gran pena del mundo (Martí).
Y la pulsación se va, redoblándose. El eco la desmenuza hasta hacerla polen fecundante, lanzándolo por los vientos para que se convierta en sustancia, la indispensable si se desea levantar un mundo nuevo.
Y su resonancia recoge influjos de Nicaragua, Panamá, Buenos Aires, Chile, Paraguay, República Dominicana, Yugoeslavia, las Islas Malvinas, Machu Picchu, Berlín, el Golfo Pérsico, Tiananmen. Abre, de par en par, “las puertas del sol”. Y el sol somos nosotros, es América, el mundo, la humanidad, cumpliendo el mandamiento de ser coterráneos del ser humano.
Hace días viene Miguel Fajardo con su afán de salirse de su pampa vernácula para llevársela consigo al mundo, y a fe que lo consigue. Las puertas del sol es su pasaporte, su pase a través de las fronteras, su carta lanzada al universo de la poesía, indicándole que el poeta es quien tiene capacidad de cumplir su oficio de hombre.
El lector de Las puertas del sol –obra compuesta de 45 poemas- dará su veredicto. A él va dirigido el mensaje de Fajardo. Nosotros entramos por sus puertas y lo hacemos con alegría: Guanacaste sale victorioso. El libro de uno de sus hijos lleva hilos de sacrificio de Cuauhtémoc, Netzahualcóyotl, Caupolicán y de nuestro héroe elegíaco Pablo Presbere”. (Fragmento del prólogo de Francisco Zúñiga Díaz, 1992: 5-6).
“SIN AMARRAS”, MIGUEL FAJARDO -A Franz Kakfa, memoria viva
Los altavoces con la frente baja,
como el pájaro
que se desnuda en medio del viento.
La noche de los cristales rotos.
La hora del holocausto,
denigrante, cayéndose sola,
en el silencio vertical
de todas las angustias.
Asombro que fustiga las ventanas,
dimisión de golpes sin piedad.
El aprendizaje de la
miseria como mallas vacías,
a la intemperie. Sus latidos
de tempestad.
No supiste arrasar los límites,
el asombrado barco malviviente,
el único que mendigaría un solo viaje.
Escuchamos el grito
de las olas sin amarras,
el crepúsculo de la clandestinidad,
La oscura verdad de las horas.
No es nada la apelación a la cordura,
el fuego incierto sobre la noche
en el alba.
Sabemos de las cortezas filosas,
sin vestigios.
Un designio en la frontera del silencio,
el agua del río en plena oscuridad.
La noche como sombra
amarrada a la luz, los muros de la
angustia,
la dicha del fuego recocido.
Mar: anfiteatro para el triunfo de la sangre,
alacrán sin puertas ahuyentando las olas.