En el último año tener en nuestras viviendas acceso a bienes y servicios tecnológicos se volvió indispensable. Situación que se aceleró, aún más, debido al traslado de las clases a la modalidad “remota” por causa de la pandemia del covid-19 durante el año 2020 y por el modelo de educación “híbrida”, que combina clases presenciales y virtuales, en el 2021. De este modo, los espacios físicos del hogar sustituyen el aula y la posibilidad de conexión a internet y el uso de dispositivos electrónicos condicionan, más que nunca, el acceso a la educación.
Con la llamada “educación combinada” el Ministerio de Educación busca seguir cuidando la salud de los miembros de la comunidad educativa mientras avanza la vacunación. Sin embargo, su efectividad en términos educativos depende de la cantidad de aparatos electrónicos y la calidad de la conexión a internet que el estudiantado tenga disponible en su vivienda para conectarse con sus docentes y recibir las lecciones.
En este contexto, y como insumo para elaborar el Octavo Informe del Estado de la Educación, Mata, Trejos y Oviedo (2021) analizaron la situación de los hogares y la vulnerabilidad que estos tienen en el acceso a la tecnología. El análisis encontró problemas importantes de hacinamiento físico y tecnológico, lo cual enciende las alarmas de acción pronta. Por ello, se plantea la necesidad de aplicar acciones urgentes por parte del Estado para lograr el acceso universal a la educación y la conectividad para todos los hogares, especialmente de los más pobres y vulnerables.
Del aula al dormitorio: hogares con más estudiantes enfrentan mayores problemas de hacinamiento físico.
Cuando el aula se traslada al hogar a muchos estudiantes les toca compartir espacios con otros que se encuentran desarrollando contenidos diferentes a los suyos, es decir, el clima educativo relativamente homogéneo del aula se pierde. Los problemas se acrecientan cuando en una familia, estudiantes y otros miembros compiten por los espacios de la casa, no solo para el estudio, sino también para el teletrabajo, lo cual genera hacinamiento y se vuelve crítico conforme más estudiantes tenga el hogar.
Un hogar se considera en hacinamiento cuando hay tres personas o más por dormitorio. Así, en un escenario de confinamiento total, en el que toda la familia está en la casa, un 4,8% de los hogares con dos estudiantes tiene problemas hacinamiento por dormitorio. Esta cifra aumenta a un 10% si hay tres estudiantes y a un 36% cuando hay cuatro o más estudiantes, lo cual hace que la educación remota no sea una opción más adecuada para ellos.
Hacinamiento tecnológico: el celular salva la clase
No solo se trata de tener un espacio físico adecuado para recibir la clase, sino también de contar con los dispositivos necesarios y el acceso a internet. Un hogar tiene problemas de “hacinamiento tecnológico” cuando hay carencias de aparatos electrónicos entre todos los miembros en confinamiento, que les permitan recibir lecciones o tele-trabajar. Se considera hacinamiento cuando la relación es de tres o más personas por cada aparato tecnológico que hay en el hogar (se incluye computadora de escritorio o portátil, tableta o celular).
El celular es el aparato predominante en los hogares costarricenses: tres celulares en promedio por familia. Pero la disponibilidad de dispositivos varía según el ingreso y la zona de residencia de los hogares. Hogares con mayores ingresos tienen en promedio una mayor disponibilidad de tabletas y computadoras portátiles. Así mismo, en la región Central se encuentran los mayores promedios de tenencia de dispositivos por hogar.
En un escenario como el actual, con estudiantes recibiendo clases remotas y personas haciendo teletrabajo, el hacinamiento tecnológico afecta al 3% de los hogares del país, tal y como se observa en el gráfico 1; pero sube al 14% entre los hogares con cuatro estudiantes o más (círculos en color azul). No obstante, si se excluye el celular de esta medición, el hacinamiento tecnológico se incrementa al 51% de los hogares del país (cuadrados en color naranja). Sería del 67% en los hogares con tres estudiantes y de un 77% en aquellos de cuatro o más estudiantes.
Estos hallazgos dejan en evidencia que hay un porcentaje importante de hogares con estudiantes que están recibiendo educación remota por medio de un celular. Un dispositivo que, si bien cada vez más se usa como soporte de los procesos educativos, especialmente para mejorar acceso e interactividad, también tiene restricciones que pueden afectar de manera significativa la calidad del servicio educativo, especialmente por problemas de hardware (tamaño de pantalla pequeño, capacidad de memoria, batería) o plataformas inconsistentes por sistemas operativos distintos (Ferreyra,2013). Además, la situación se complica cuando no hay buena conectividad a internet o los usuarios no pueden pagarla. Las personas estudiantes de hogares en la zona rural y las regiones periféricas del país son no solo quienes tienen menor posibilidad de tener conexión alguna, sino que en caso de tenerla esta es mayoritariamente de baja calidad y alto costo para recibir lecciones por ser de tipo móvil. Los mayores desafíos están en los hogares con más estudiantes, muchos de ellos afectados por la pobreza y vulnerabilidad social.
En estas circunstancias es urgente que el Estado genere las condiciones que se requieren para que los hogares con mayor hacinamiento tecnológico tengan acceso a dispositivos y conexión adecuados.
Si bien el celular hoy por hoy está salvando la clase remota de muchos estudiantes, esto podría estar afectando su derecho a recibir una educación de mayor calidad. De no ser posible resolver esta situación dotándolos de otros dispositivos (computadoras o tabletas) y un acceso a buena conectividad, lo mejor sería que, en los próximos meses, el Ministerio de Educación permita que el estudiantado con problemas de hacinamiento físico y tecnológico dejen la educación remota y se agilice su retorno seguro a las clases presenciales permanentes.