“La importancia que retoma actualmente la agricultura es que un pueblo con hambre es peligroso para la estabilidad política”, así calificó Francisco Fonseca, académico de la Maestría en Gestión de la Seguridad Alimentaria de la UNA (MGSAN) la vigencia de la discusión sobre el modelo agrícola costarricense, dada la vulnerabilidad del país por la dependencia alimentaria de los productos básicos como el arroz y los frijoles.
Ante las dudas sobre un posible desabasto alimenticio, las autoridades del gobierno de Costa Rica han asegurado el suministro para la población, pero los especialistas consultados por UNACOMUNICA indican que la pandemia obliga al análisis del modelo agroexportador vigente para volver la mirada al modelo agrícola tradicional y la agricultura familiar; esto a raíz de que el país no produce los alimentos necesarios para satisfacer el consumo local. Por el contrario, los granos del “gallo pinto” ingresan al territorio nacional desde China y Centroamérica.
Leonardo Granados, coordinador del MGSAN UNA, explicó que "Costa Rico a invirtió su modelo alimentario y de producción agrícola en los años 80 y ya en los años 90 el país empezó a convertirse en un país dependiente de la importación de alimentos. Hoy se menciona que solo producimos el 20 % del frijol y 40% del arroz que consumimos, esto nos pone en una posición de absoluta vulnerabilidad porque se puede romper la cadena en cualquiera de los eslabones." De ahí que, para velar por la soberanía alimentaria del país, se debe revalorar la agricultura tradicional como modelo de producción, paralelo al agroexportador, dedicado al monocultivo principalmente.
Los especialistas aseguran que la agricultura tradicional ha demostrado tener la capacidad de alimentar a más personas, bien nutridas, que los monocultivos. Además de ser un modelo en sintonía con los Objetivos del Desarrollo Sostenible, suscritos por el país. “Esta es una gran oportunidad para reposicionar el valor de la agricultura, más allá de ser una fuente de alimentación. Debe verse también como una oportunidad de acción por el clima, la salud y bienestar, el fin de la pobreza, el saneamiento del agua y para revertir los procesos de deterioro de los ecosistemas”, apuntó Francisco Fonseca, académico de la MGSAN.
Desde Chile, Héctor Bravo, académico Universidad Tecnológica Metropolitana y del MGSAN, apuntó que el debate en pro del modelo de agricultura tradicional viene tomando importancia en América Latina, pero “la pandemia vino a actualizar el debate y relanza una discusión latente, ya que los países importadores netos son los más vulnerables ante las restricciones de movilidad, pues su alimentación dependes del exterior”.
Con el fin de asegurar el abastecimiento de alimento a mediano y largo plazo, urge una política que apoye la agricultura tradicional y le comercio local. Además de un impulso a pequeño agricultor desde la investigación y la capacitación en TICs, agronegocios y emprendedurismo. Carlos Soto, académico de MGSAN, concluyó como un aprendizaje de la pandemia, que los políticos y tomadores de decisión deben darle relevancia y más apoyo a la producción alternativa, familiar, a pequeña escala, pues el modelo se adapta a problemática de falta de alimentos ya que garantiza el abastecimiento local a pesar de las restricciones de movilidad de mercancías impuestas por los gobiernos ante el Covid-19.
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