Por Hernán Imhoff, Presidente de la Cámara de Comercio y Turismo de Tamarindo.
Tras superar el punto más crítico de la pandemia de Covid-19, cuyos efectos sobre el sector turismo fueron devastadores, esperábamos que el 2024 representara el año de consolidación para la recuperación de esta vital actividad económica.
Sin embargo, se han conjuntado múltiples factores que constituyen una verdadera “tormenta perfecta” para frenar el desarrollo de la industria turística nacional.
El primer impacto comenzó a notarse con la sostenida caída del tipo de cambio del colón frente al dólar, que ahora ronda los ¢500 por unidad de la moneda de los Estados Unidos. Este fenómeno, aún debatido por economistas, genera dos consecuencias preocupantes.
Por un lado, reduce nuestra competitividad como destino turístico al ofrecer menos moneda local por cada dólar, lo que nos desfavorece frente a otros destinos como Colombia o República Dominicana.
En segundo lugar, afecta directamente las finanzas de las empresas del sector que se han visto obligadas a subir tarifas y; en algunos casos, a reducir personal, incrementando los costos para los turistas y limitando el atractivo del país.
En Guanacaste y la Península de Nicoya, otra situación negativa durante este año se produjo con el cierre del Puente La Amistad sobre el río Tempisque durante tres meses, una medida necesaria, pero que perjudicó significativamente el turismo local, pilar fundamental para pequeños negocios como cabinas y restaurantes.
Adicionalmente, las recientes lluvias han agravado el deterioro de nuestra red vial, un problema crónico que afecta rutas clave como Limonal-Barranca, generando retrasos y molestias que desincentivan la visita de turistas.
El cierre temporal (aunque necesario por razones de seguridad) del Aeropuerto Internacional Daniel Oduber de Liberia por el mal estado de su pista refleja una falta de planificación que pudo haberse evitado, ya que desde hace años el sector turismo se ha manifestado acerca de la urgencia de intervenir la pista.
Este incidente afecta la imagen del país como destino turístico confiable debido que se esperaba el arribo de 2 373 turistas el día viernes y 3 070 el día sábado, además que paraliza operaciones en un momento crítico cercano a la temporada alta.
Es imperativo que se implementen soluciones concretas y medibles para revertir esta situación, protegiendo así los ingresos y empleos de miles de familias que dependen del turismo. No podemos ignorar las señales de alerta, pues las consecuencias de no actuar podrían ser aún más graves.
Como bien dice la frase: “El tiempo es dinero”.