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Nuevamente la Auditoría Interna de la Municipalidad de Santa Cruz revela que esa institución parece estar empeñada en botar los dineros públicos a tontas y a locas en una actitud muy propia de quien “trabaja” con el dinero ajeno.

Uno pensaba haberlo visto todo cuando esa Oficina permitió conocer hace pocas semanas que el Gobierno Local en cuestión utilizó ¢73,03 millones “arreglando” ocho carros tan viejos que parecían sacados de alguna calle de la ciudad de La Habana (Cuba), capital mundial de las cacharpas destartaladas.

Ahora aparece otro reporte más reciente (Oficio No. AIM-040-2024 del 19 de marzo). El nuevo documento establece que en apenas 3,43 kilómetros de la calle (conocida como Los Jobos) entre Villarreal y Tamarindo el municipio santacruceño gastó ¢614,64 millones.

El mejoramiento vial es una necesidad evidente para la movilidad expedita en esa zona que desde hace algunos años muestra un importante desarrollo turístico, actividad económica convertida en la principal fuente generadora de riqueza y empleo en la economía local.

Nadie en su sano juicio pondría en tela de duda la importancia de ese proyecto tan esperado hace varios años; sin embargo, el enorme lunar surge cuando la Auditoría Interna detectó perlas como un visible deterioro luego de que pasara muy poco tiempo de finalizados los trabajos cuyo costo le significó al contribuyente santacruceño la suma de ¢179,19 millones por kilómetro ($USD 353 057 al tipo de cambio actual).

La magnitud de los huecos es tan grande que la calle, en lugar de ubicarse en el cantón de la Raza Diferente, parece situarse en la superficie lunar debido a los muchos cráteres, desniveles y huecos al punto que; apenas en los primeros metros cerca del Liceo de Villarreal, los conductores que van hacia Tamarindo deben maniobrar para cambiarse al carril contrario porque en caso de caer en un brutal hundimiento saldrían allá por China.

De acuerdo con el reporte de la Auditoría Interna las obras se terminaron en junio del año pasado (2024); no obstante, cinco meses más tarde (noviembre) ya mostraban daños tan notorios que dan ganas de llorar como si estuviéramos presenciando el final de una tragedia griega de Sófocles.

El Concejo de Regidores tiene la obligación -y las potestades que le confiere el Código Municipal- de llamar a cuentas a los responsables de esta pifia (para decirlo en “bonito”) y; de paso, demostrarle a la ciudadanía para qué pidieron los votos en las pasadas elecciones.

Como dirían los Faraones del Antiguo Egipto ¡Que así quede escrito!

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