Lección inaugural a cargo del Lic. Miguel Fajardo Korea, Premio Nacional de Educación Mauro Fernández, 2008, dictada en los Campus de Liberia y Nicoya de la Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional, en febrero del 2009.
Dicha Lección inaugural contiene diez ejes temáticos, a saber: 1. Hacer es el mejor decir 2. La educación permite crecer interiormente 3. El diálogo hogareño es educación4. La educación es una práctica social5. La educación implica tolerancia 6. Educar es una capacidad para servir a los demás 7. Educar es un ejercicio ético 8. La educación es un legado 9. Guanacaste y la Universidad Nacional. 10. Un premio para todos. Se inserta, ahora, algunos párrafos alternados de dicha lección académica.
El ser humano, desde tiempos inmemoriales, ha utilizado la educación como una manera de mejorar sus condiciones contextuales. En esa medida, cada faceta de dichas acciones llevaba consigo, la imperiosa necesidad de buscar muevas expectativas en su entorno vital, muy diferente, desde luego, de las que nos preocupan, hoy, inmersos como estamos, en intrincados espacios globalizadores. “Hacer es la mejor manera de decir”, esta máxima del pensador José Martí (1853-1895) ha sido mi norte de vida. Y ha sido así, ya que provengo de un hogar de raíces extremadamente humildes (de Ramona y José Francisco, ambos en el cielo), quienes me inculcaron que la vida es un ejercicio cotidiano de honradez, lucha y perseverancia. La herencia moral que recibí de mis padres es invaluable. Anda conmigo, sin límite de caminos. Y de ahí se nutre, indudablemente, mi visión y práctica del que hacer educativo.
Cada uno debe trazarse sus propósitos de vida, conductas y actitudes por seguir, porque de esa elección deviene el compromiso socio-personal ante la comunidad a la cual nos debemos. No podemos ir por la vida sin forjar nuestros proyectos de comportamiento, porque nosotros tenemos, tanto la capacidad como la responsabilidad de elegir las potencialidades que nos permitan alcanzar las metas vitales. Las competencias interiores para enfrentar la vida implican, entonces, el desarrollo de múltiples saberes que conviene recordar: 1. saber, 2. saber hacer, 3. saber ser y 4. saber convivir.
Por ello, requerimos de una educación no desapegada de los embates sociopolíticos; por lo mismo, crítica; no ajena de las profundas transformaciones que sufre la sociedad, tanto costarricense como planetaria. Esta era de mundialización nos ha de comprometer con mayores ideales, con más renovados principios para aportar nuestros mejores esfuerzos, en aras de proponer una sociedad más justa, con rostro humano, que no dé paso a los degradantes procesos de impersonalización. La educación es una instancia de crecimiento interior hacia destinos superiores, por lo tanto, se debe fortalecer, todos los días, con plenas decisiones. Por el contrario, soy de la idea de que cada silla vacía en las aulas costarricenses es un golpe bajo contra nuestro sistema democrático, porque los destina a estrechas perspectivas de vida, tanto individual como socialmente, es decir, a situaciones que pueden devenir en coyunturas desfavorables y, quizá, degradatorias.
Solo la educación permitirá el crecimiento individual para fortalecer el ámbito social. Un problema medular que incide en el proceso de enseñanzaaprendizaje es la falta de diálogo. Hoy existe, lamentablemente, una comunicación monosilábica, en miles de hogares costarricenses y planetarios, cuyos efectos se manifiestan en la violencia, tanto en los espacios áulicos como en la sociedad civil.
El hogar, no la casa, es una construcción cotidiana. En ellos, debemos procurar ser más dialógicos. La extrema velocidad del mundo nos está pasando cuotas de fraccionamiento en la convivencia sociohogareña. Hay que revisar esa condición, porque desestructura los cimientos de ese círculo de armonía, afectiva y protectora, que históricamente ha distinguido al hogar como célula primaria de la sociedad.
En este momento, hay diversas redes competitivas de socialización, pero coexisten en espacios multidimensionales, en las tecnologías electrónicas inteligentes y, aunque resulte paradójico, las personas se están comunicando más con individuos desconocidos y lejanos, que con aquellos a quienes tienen al alcance del abrazo, es decir, los miembros del ámbito hogareño, a quienes, en muchas oportunidades, se invisibiliza. La comunicación hogareña no se practica como se debe, porque estamos atrapados, en los contextos próximos, por la velocidad de la cibercomunicación; por una envolvente y dinámica realidad en la que nunca estamos al día y, por ello, somos portadores de niveles estresantes y estadios impersonales, que atentan contra las relaciones confraternitarias.
Los sistemas educativos, en todos sus niveles, son hogares espirituales, donde debemos compartir, con dignidad y ética, para hacer valer uno de los más inalienables derechos del individuo: ser mejores, para promover una óptima calidad de vida, es decir, redimensionar el concepto de una mayor apertura humana, para el disfrute de las libertades individuales, dentro de un respetuoso espíritu societario.
Los educadores debemos re-encantar la educación, sobre la base de un componente con responsabilidad social y cultural, en un compromiso de respeto a la dignidad de los otros, servicio a los demás, tolerancia, y una adecuada preparación académica, para el fortalecimiento integral de las diversas comunidades estudiantiles, sin exclusiones odiosas. Ese reto es una de las tareas ineludibles del verdadero educador.