A mi tía Victoria Castrillo
José Joaquín Fernández Castrillo
¡Cómo me haces falta, mi querida tía! Tu figura menudita, tu sonrisa, tus palabras suaves de una grandiosa fuerza moral, fuiste para mí una inspiración, un ejemplo, un paradigma.
Yo siento por ti una profunda gratitud, que es eterna, inconmensurable. De niño, cuando balbuceaba, me brindaste tu amor, tu protección, y conforme íbamos despertando a la vida, nos fuiste educando suavemente, con ternura casi imperceptible, nos enriqueciste con tus valores morales, tu honestidad, tu bondad, tu generosidad, tu devoción por la enseñanza, la pasión por el trabajo creador, y con todo eso, además tus valores humanos se fueron impregnando en mi recuerdo y me señala el buen camino.
Jamás te olvidaré. Te imagino sentadita, vestida de blanco, con tu sonrisita, conversando con los ángeles del cielo. Allí estarás con tu amada hermana, mi madre, compartiendo la gracia del Señor.
Un abrazo y un besito etéreo, más allá, más allá de las galaxias, lleno de la dulce melancolía de un amor eterno.