- Su liderazgo horizontal y sus acciones en temas ambientales ha ganado el respeto y admiración de varias generaciones.
- Su motor de vida: sembrar para producir, proteger para vivir.
Por Cesar Rodríguez Barrantes.
Para Emel Rodríguez no hay retos grandes, menos cuando se trata de temas ambientales. Durante toda su vida ha probado que, si se trabaja con pasión y buena organización, entre las personas y la naturaleza se encuentra la solución.
Desde muy joven don Emel supo que un liderazgo horizontal y cercano a las personas de las comunidades era el que funcionaba en las montañas de su natal Hojancha. Aprendió con el Padre Luis Vara Carro que los hechos decían más que las palabras y que estudiar las causas de los problemas era esencial para construir soluciones pertinentes, de la mano de la gente.
Cuando terminó el colegio en Nicoya, migró a Cartago para estudiar ingeniería forestal en una de las primeras generaciones de esta disciplina que se graduaron en el país. Allí aprendió con los mejores el valor de los ser- vicios ecosistémicos de los bosques, algo que lo llevaría a evangelizar cientos de familias campesinas en toda la península con una lección que ha sido como un motor de vida: sembrar para producir, proteger para vivir.
Y vaya que ha sido buen heraldo de ese mensaje. Don Emel se ha ganado el respeto, la admiración y el cariño de varias generaciones en estas tierras antes deforestadas y ahora cada vez más afanosas por regenerar sus suelos y bosques, para aprovecharlos y vivir bien con ellos, gracias a ellos.
Su paso por instituciones como Coopepilangosta, Agua-defor, el Centro Agrícola Cantonal de Hojancha y el Área de Conservación Tempisque impactó las prácticas productivas y la visión que tenían de la conservación ambiental de muchas familias a lo largo y ancho de la península de Nicoya. Ahora son los hijos de estas quienes acompañan a don Emel en sus nuevas hazañas de organización comunitaria para el desarrollo regenerativo.
Su amor por los bosques y la naturaleza ha sido probada muchas veces, pero quizás la prueba más emblemática sea su relación con la cuenca del río Nosara y su maravillosa historia de conservación, una que sigue sorprendiendo a locales y foráneos gracias al éxito conseguido y a la capacidad de la gente de Hojancha para organizarse por un objetivo tan noble: garantizar el agua, la biodiversidad y el bosque para la sana sobrevivencia de su pueblo. El caso de la Fundación Monte Alto que 30 años después cuanta su historia con la satisfacción del deber cumplido y sirve como inspiración a otras comunidades dentro y fuera de nuestro país.
Las sequías de los 70, que se prolongaron por mucho tiempo más, acompañaron la crisis económica y productiva de los 80, algo que provocó una gran alerta entre los hojancheños: pronto se quedarían sin agua. Muchos decidieron emigrar, otros, muy preocupados buscaron una alternativa y se organizaron para proteger la cuenca del Río Nosara con un modelo solidario que les permitiera regenerar el bosque devastado en la zona aledaña a la naciente.
Don Emel muchas veces ha recordado cómo su mamá insistía en proteger las orillas de ríos y quebradas cuando la región se encontraba en su auge ganadero. Ahora se sien- te orgulloso por hacer lo mismo que ella desde distintos frentes y en su finca, la reserva agroecológica El Toledo, vecina de la misma cuenca que él y tantas familias decidieron rescatar hace tres décadas ya.
Este hojancheño ejemplar llega a los 64 años este diciembre, pero no se sienta un segundo si no es para organizar, idear o impulsar mecanismos de gobernanza comunitaria para la conservación y el desarrollo. Fundecodes, Fundatoledo y la Liga Comunal del Agua son los retoños que ocupan su tiempo y energías hoy. En esta última organizan, capacitan y asesoran ASADAS de Santa Cruz, Nicoya, Hojancha y Nandayure para garantizar la gestión responsable del recurso hídrico.
Gentes de todo el país llegan hasta Hojancha para pedir su consejo y apoyar sus iniciativas, pues saben que trabajar con don Emel será siempre una experiencia de aprendizaje, conservación y desarrollo, caminar en la dirección de la regeneración ecosistémica y el desarrollo comunitario.