El análisis de la dinámica y las características de las poblaciones humanas tales como el crecimiento poblacional, la estructura demográfica, la mortalidad, la esperanza de vida y los cambios en las tasas de fecundidad, son estudiados desde la demografía. Sin embargo, los cambios en la estructura, distribución, tendencia y características de las poblaciones humanas tiene un efecto e impacto en el ámbito social y económico.
En los últimos años ha aumentado la preocupación sobre la reducción en el número de nacimientos y los potenciales efectos socioeconómicos. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el número de nacimientos entre el 2010 y el 2022 han disminuido casi en un 25%; pasó de una tasa bruta de natalidad del 15.6, en 2010, a un 10.2 para el 2022. Esto ha llevado a una tasa global de fecundidad promedio de 1.3 hijos por mujer (Rosero Bixby, 2023), que se encuentra por debajo del nivel de reemplazo generacional.
La tasa de reemplazo generacional mide si una población está reemplazándose en forma efectiva o no. En este sentido, se considera como adecuada una tasa aproximada de 2.1 nacimientos promedio por mujer.
Diversos factores contribuyen a la disminución del número de nacimientos, entre ellos, el retraso de la maternidad, la disponibilidad de tiempo y las dificultades para conciliar la vida laboral con la familiar, los gastos asociados con la crianza de los hijos e hijas y el hecho de optar por no tenerlos.
El impacto económico y social en la reducción de la tasa de natalidad puede ser analizado desde diferentes aristas. Por un lado, conlleva a una reducción de la fuerza de trabajo y el empleo en la economía, lo que puede afectar el crecimiento económico, la producción y la productividad de un país.
Por otra parte, la reducción en la fuerza de trabajo afecta la recaudación impositiva desde el lado de la demanda y la oferta. La reducción impositiva y, por tanto, en los ingresos fiscales, afecta y reduce la posibilidad de financiar proyectos de inversión social como centros de salud, escuelas e infraestructura, además de afectar la sustentabilidad del sistema de pensiones y la seguridad social en general, como se detalla más adelante.
La reducción en la tasa de natalidad costarricense ha modificado la estructura poblacional. Una comparación de la distribución poblacional por rango de edades entre el 2000 y 2022 muestra un cambio en la forma de la distribución. Mientras que en el 2000 la distribución de la población tiende a una pirámide en la que la base estaba formada mayormente por grupos poblacionales en edad de niñez, adolescencia y edades tempranas de la de la fuerza de trabajo, ya para el 2022 es evidente una erosión en la base de la distribución. Lo anterior muestra una disminución en todos los rangos iguales o menores a 20 años, que formarán la fuerza de trabajo de las próximas décadas. Asimismo, se observa un importante crecimiento de la población en edades mayores a los 60 años.
Costa Rica: Comparación de la distribución de la población por rango de edad. 2000-2022
Fuente: Elaboración propia con datos del INEC.
Tal y como se desprende del gráfico, la población jubilada aumentará en los próximos años y la población que financia las pensiones disminuiría, reduciendo con ello el sustento demográfico. De esta forma cae el número de personas en edad de trabajar que permite sostener económicamente a quienes no están en edad productiva, como los niños y las personas mayores de edad.
La disminución de la población, principalmente aquella en edad productiva también incide sobre los recursos necesarios para financiar los sistemas de pensiones y la seguridad social.
Con menos personas en edad de trabajar, en comparación con la población dependiente, existirán menos recursos para proporcionar beneficios a un número creciente de personas mayores. Lo anterior, es una presión financiera importante al considerar que, por ejemplo, el costo de proporcionar servicios de salud a la población mayor de edad es comparativamente más alto con respecto a otros grupos poblacionales. Sus necesidades de atención, medicamentos, cuido, entre otros, son distintos y de mayor costo.
Adicionalmente, también se incide sobre los recursos necesarios para financiar los sistemas de pensiones. Una caída sostenida de la tasa de natalidad hace insostenible el sistema de pensiones; es decir, los regímenes de invalidez, vejez y muerte. Esto significaría un recorte de las contribuciones, las transferencias, una disminución de las prestaciones. Atender un escenario de esta naturaleza podría conducir a modificar la edad de retiro o incrementar la base contributiva de la población económicamente activa.
El otro efecto importante tiene relación con el hecho de que la contribución a los ingresos fiscales disminuye. Con una menor proporción de trabajadores contribuyendo a los impuestos, tanto desde el punto de vista de la renta como del consumo, puede resultar en una menor recaudación fiscal. Esto podría tender a incrementar las cargas fiscales para los trabajadores activos. También podría incrementarse el endeudamiento para continuar financiando inversiones en infraestructura, seguridad, educación, salud, entre otros.
Los efectos socioeconómicos de la reducción en la tasa de natalidad requieren de un continuo estudio y seguimiento, así como del análisis de escenarios y la elaboración de propuestas que garanticen la calidad de vida en todos los niveles de la población, el acceso a servicios en calidad y equidad. Asimismo, atender de manera oportuna los retos financieros del cambio demográfico.
*El autor es académico del Centro Internacional de Política Económica para el Desarrollo Sostenible (Cinpe) de la Universidad Nacional (UNA)