Carlos Arauz Ramos
Escritor
Cuando hablamos de Nicoya la ciudad precolombina de Costa Rica, no podemos sustraernos de su relación como la capital de la Nación Chorotega, vasta región poblada por los indígenas chorotegas, un pueblo de tradición mesoamericana, que habitó en la parte noroeste de Costa Rica hacia el año mil doscientos DC.
Según establecen los historiadores, durante muchos siglos, las guerras, las sequías, pestes y las hambrunas en las regiones de sur de México, provocaron fuertes y continuas migraciones mesoamericanas, oleadas migratorias hacia lo que hoy es Centroamérica. De estas migraciones muchos indígenas quedaron en lo que es Escuintla, Guatemala. Otros como los Pipiles se quedaron en Izalco en El Salvador. Los nicaraos se asentaron entre el Océano Pacífico y los grandes lagos de Nicaragua, Cocibolca y Xolotlán. Los chorotegas debieron ubicarse posteriormente en un territorio que se extendía desde Rivas en Nicaragua, hasta Orotina en Costa Rica, territorio en su mayoría circundado en su parte oriental por los huetares, pueblos de tradición suramericana que luego constituirían el territorio conocido como Castilla de Oro y posteriormente como Costa Rica.
Con el tiempo los indígenas chorotegas asentaron su capital en el fértil Valle de Nicoya, lugar donde estuvieron los dominios del poderoso cacique Nambí, de quien fueron súbditos los pueblos de Diriá, Zapandí, Paro, Chomi, Pococí, Namiapí, Papagay, Orosí, Chira, Cangen y Gurutina. La cultura chorotega dejo una importante herencia en la región guanacasteca, cultura que con el tiempo fue difundiéndose y mezclándose con la herencia cultural de otras etnias indígenas que se asentaron en diferentes regiones de Costa Rica.
Uno de los aspectos más notables de su aporte cultural se sitúa en su agricultura y su alimentación. El maíz fue el cultivo más importante en asocio con el cultivo de frijol. Además, cultivaban cucurbitáceas como ayotes y pipianes, tubérculos como yuca y camote. El maíz era la base de comidas y bebidas diversas entre ellas pozoles, atoles, tamales pisques, tortillas, y bebidas como chichas, pinoles y chichemes. El maíz era considerado el elemento místico en sus ritos y ceremonias religiosas.
Además, cultivaban algodón para sus ropas que eran teñidas con múrice y colorantes de árboles como Brasil y Nance. Utilizaban plantas textiles silvestres para sus esteras y cesterías. Cultivaban tabaco, achiote, aguacate, chile, árboles frutales como zapote y níspero, además cacao silvestre para hacer una bebida muy especial que aromaban con vainilla. Esta bebida con el tiempo se mezcló con maíz molido, una especie de pinol y finalmente en nuestros días se mezcla con arroz para llegar hasta el actual tiste o la tiste, una de las bebidas por excelencia en la fiestas de la Virgen de Guadalupe en Nicoya. Las semillas de cacao se utilizaban como moneda al igual que las semillas de níspero. La miel de abeja también era de gran uso en la alimentación. De los frutos del jícaro hacían vasijas como huacales, cucharas y jícaras, todavía de uso muy común. Además, utilizaban la carne de animales silvestres, peces y moluscos en su dieta alimenticia.
Otro de los aspectos de gran herencia lo constituye sin duda la elaboración de útiles y bellas piezas de cerámica, de variadas formas y figuras y en muchos casos decoradas con artísticos diseños. Las piezas y vasijas eran hechas y se siguen haciendo de una arcilla o barro especial llamado curiol, que también se utiliza en su decoración. Se hacían figuras de animales, vasijas, ocarinas y pitos. Se trabajaba menos el oro y la piedra. En el caso de la piedra uno de sus pilares, el metate de tres patas, todavía se usa para moler granos y cacao.
En relación con la herencia lingüística, es de notar que muy pocos términos de origen chorotega se conservan en Guanacaste. Algunos ejemplos son Diriá, Nacume, Nambe, Nambí, Nandayure Nimbuera. Los historiadores de materia lingüística afirman que los españoles que llegaron a Guanacaste en el siglo XVI ya habían tenido muchos contactos anteriores con indígenas de lengua náhuatl, la lengua más generalizada en casi toda la región mesoamericana. La Nicoya precolombina no era la excepción. Además de la lengua chorotega, los colonizadores encontraron que muchos de los términos eran de origen náhuatl, lengua que terminó por imponerse como la rica y abundante terminología de origen indígena que hoy tenemos en Guanacaste.
Reminiscencias de la música indígena precolombina se pueden apreciar en el baile de la Yegüita durante las Festividades de la Virgen de Guadalupe en Nicoya. El baile de la Yegüita es una danza muy particular acompañada con música de pitos y flautas, anteriormente ocarinas, y de tambores o atabales, melodías armoniosas e instrumentos musicales utilizados durante las prolongadas danzas o areitos, que precedían los rituales religiosos de la gran Fiesta del Sol.
Mucha literatura guanacasteca esta plena de historias, cuentos, encantos, espíritus y brujerías, casi todas expresadas en cuentos y leyendas, emanadas de las más viejas creencias de nuestros antepasados indígenas. Más tarde en conjunto con las narraciones y relatos que trajeron lo españoles, llegaron a constituirse en ese valioso segmento literario que adorna la cultura guanacasteca.
Como parte de su patrimonio cultural, la región guanacasteca posee un amplio conocimiento sobre plantas medicinales, herencia de sus antepasados indígenas, tal y como como puede apreciarse en muchos lugares y gran parte en la comunidad de Matambú, último reducto chorotega en Guanacaste.