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Cultura


 

  • Casa Francisco Mayorga es desde el siglo XIX epicentro social, cultural y político
  • Edificación de arquitectura vernácula es representativa de las antiguas casas hacienda liberianas
  • Casona se une a otros inmuebles declarados en la Calle Real, como la Gobernación, la Casa Zúñiga Clachar y el Puente Real                                   
  • Sobre la Calle Real de Liberia y la avenida Francisco Mayorga Rivas (1862, Nicaragua - 1940, Costa Rica) se levanta añosa, pero todavía dignamente, la casona que fuera propiedad de este político, hacendado y filántropo guanacasteco, inmueble que hoy cuenta con declaratoria como Patrimonio Histórico-Arquitectónico del país.

La vernácula construcción de bahareque, puerta del sol y otrora techo entejado, cuenta al menos con 150 años de existencia, por lo que recuerda otras épocas de fuertes vínculos con Nicaragua, enormes fincas ganaderas, antiguos Topes de Toros y muchas Pasadas del Niño que acontecieron en su frente.

Según el estudio que da pie a su reciente declaratoria patrimonial, esta es una de las pocas “casas hacienda” que subsisten en Liberia. Estas edificaciones están caracterizadas por su distribución en zaguán, patios internos, jardines y áreas para el cuido de los animales y pequeñas empresas artesanales. La casa del patrón de la hacienda era una especie de extensión del campo y sus labores.

Foto: Autoridades del Ministerio de Cultura y Juventud hicieron la entrega del distintivo patrimonial a la Junta de Educación de Liberia, propietaria del inmueble. En orden usual: Vera Vargas, viceministra de Cultura; Sully López, directora del Centro de Patrimonio y Nayuribe Guadamuz, ministra de Cultura y Juventud, acompañadas por una integrante de la Junta. Por: Viceministerio de Cultura-MCJ.

“La casa de Francisco Mayorga fue construida hacia la segunda mitad del siglo XIX (1850-1870), y como tal, representa los ideales y los valores de una ciudad que creció y evolucionó al abrigo del negocio de las haciendas ganaderas guanacastecas, y que, por ende, se benefició del progreso y el desarrollo sociopolítico, económico y cultural de la región”, indica María Soledad Hernández, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural.

“En este sentido, la edificación forma parte de la herencia y la memoria del patrimonio construido y de sus antiguas casas-hacienda, como evidencia del desarrollo urbanístico que tuvo lugar en el siglo XIX y su apogeo en la ciudad de Liberia”, agrega.

Originalmente fue casa de habitación de la familia Santos Aguirre, hacendados y suegros del político. Luego fue heredada a Mayorga por su esposa, Ninfa Santos Aguirre y posteriormente, habitada por las hermanas de éste. A su muerte, la casona pasó por voluntad de Mayorga a la Junta de Educación de la Escuela de Liberia, actual propietaria. No obstante, y hasta la fecha, siempre ha estado habitada por alguno de sus descendientes.

En las últimas décadas del siglo XX la Casa Francisco Mayorga fue dividida para destinar el frente que da a la avenida para locales comerciales. Actualmente hay un minisúper en la esquina y contiguo, talleres de costura y reparación de electrodomésticos. A pesar de esto, la construcción mantiene su original diseño en forma de U, con un gran patio interno bordeado por corredores.

Según se determinó en el estudio, estas adaptaciones son reversibles en una futura restauración y la casa conserva elementos fundamentales de su tejido histórico, de su lenguaje arquitectónico, de su diseño original y de los materiales comúnmente utilizados en la arquitectura de bahareque de las casas liberianas del siglo XIX.

A criterio de Ileana Vives Luque, arquitecta contraparte del estudio, la vivienda mantiene un estado aceptable de conservación, pero requiere restauraciones en paredes, columnas y, principalmente, en el sistema eléctrico. Además, recomendó realizarle un análisis estructural, así como un estudio de vulnerabilidad sísmica.

¿Por qué conservar el patrimonio vernáculo? Según consideró el estudio hecho por las profesionales en Arquitectura e Historia, las casas de adobe y bahareque que aún existen en Liberia son parte de un paisaje cultural que pone en diálogo los sistemas de valores y conocimientos que integran el patrimonio construido, el patrimonio intangible y patrimonio natural que posibilitó el desarrollo de toda la región.

“Es necesario preservar y de poner en valor los saberes constructivos de los portadores asociados a la arquitectura en tierra, el uso de materiales sostenibles y amigables con el ambiente, así como la historia y la memoria viva de sus barrios, sitios donde se han celebrado desde hace casi 200 años festividades, desfiles y actividades, con profundos significados para la comunidad liberiana y guanacasteca”, argumenta Hernández.

Las profesionales señalaron que esto resulta imperativo si se repara en las constantes demoliciones de edificaciones vernáculas y a su desvalorización sistemática por su aparente vulnerabilidad sísmica y a la escasa investigación científica al respecto. Por lo tanto, la permanencia de esta edificación resulta significativa y aporta valor al paisaje histórico-arquitectónico de la ciudad de Liberia y del país.

“La puesta en valor que otros países del continente americano y del mundo están realizando con respecto a la arquitectura en tierra, tiene que llevarnos a reflexionar sobre nuestro patrimonio vernáculo, la urgencia de investigarlo y entenderlo en su dimensión histórica, de cara a su revitalización y a sus nuevas funcionalidades”, planteó la historiadora..

Luego del análisis, el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural determinó que la Casa Francisco Mayorga es un testimonio y un documento de la arquitectura construida con tierra, específicamente la técnica del bahareque, y forma parte sustantiva del paisaje cultural de la Calle Real; un inmueble de valor histórico, arquitectónico, paisajístico y de memoria sociocultural.

Con esta nueva declaratoria patrimonial, la Calle Real de Liberia, principal vía donde habitaron prominentes hacendados y políticos como el mismo Francisco Mayorga Rivas, gana otro inmueble protegido por ley que se une a otros declarados anteriormente como: la Gobernación, la Casa Zúñiga Clachar y el Puente Real.



 

Conjunto histórico-arquitectónico de casona, trapiche y corral en Filadelfia, será reconocido con declaratoria de Patrimonio Histórico-Arquitectónico de Costa Rica

La centenaria casona guanacasteca de la Hacienda El Viejo, junto con el trapiche y corral, recibirán próximamente la declaratoria que les reconoce como Patrimonio Histórico-Arquitectónico de Costa Rica, por esta razón, se realizó una actividad de celebración la mañana del domingo 23 de julio, en Filadelfia, en el marco de las actividades que realiza el Gobierno de la República para conmemorar 199 años de la Anexión del Partido de Nicoya.

Actualmente estas instalaciones son también utilizadas como centro turístico, por lo que la empresa ofreció un lucido acto que contó con marimba y bailes típicos y en el que participó Nayuribe Guadamuz Rosales, ministra de Cultura y Juventud, Vera Vargas León, viceministra de Cultura, Sully López Ruiz, directora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural; Marco Contreras Líos, presidente del Concejo Municipal de Carrillo; Alfonso Gómez Jenkins, vicepresidente de Wild Wetlands Hacienda El Viejo S.A.; así como varios representantes de empresas turísticas.

Días antes, el presidente de la República y la ministra de Cultura y Juventud, firmaron el decreto que otorga el reconocimiento patrimonial, bajo la categoría de conjunto, a la Casona Hacienda El Viejo, ubicada en Filadelfia, Guanacaste. El acto se dio para celebrar esta firma y la pronta publicación del respectivo decreto ejecutivo en el Diario Oficial La Gaceta y como parte de la gira del Gobierno de la República en el marco de la conmemoración del 199 aniversario de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.

“Que esta declaratoria patrimonial sirva para reconocernos en las mejores características de nuestra guanacastequidad, que nos recuerde nuestra historia, de dónde venimos y qué construimos con enorme esfuerzo; que nos hable de nuestros abuelos y abuelas: cocineras, peones, arrieros, boyeros, mandaderos, valientes sabaneros y montadores, mujeres y hombres honrados y de trabajo, que madrugaron día a día y funcionaron como un gran equipo coordinado para sacar adelante los muy variados deberes de esta hacienda”, mencionó la ministra Guadamuz.

Sully López, directora del Centro de Patrimonio, destacó que “Conservar la memoria viva presente en las últimas casonas de las antiguas haciendas de Guanacaste, tanto como su materialidad de edificación vernácula y centenaria, tiene un enorme peso histórico y valor cultural, no solo para los guanacastecos, sino todos los y las costarricenses”.

El Conjunto Histórico-Arquitectónico Casona Hacienda El Viejo. Según se investigó en el estudio de declaratoria elaborado por el Centro de Patrimonio Cultural, la Hacienda El Viejo tiene sus orígenes en la Cofradía de Nuestra Señora de la Limpia Concepción y El Viejo, cuya existencia se remonta a la época colonial. En la segunda parte del siglo XX, la hacienda ganadera típica de la Colonia, se fue transformando para dar paso a la consolidación de un ingenio azucarero como actividad económica principal, a la que hace unos años se unió la empresa de desarrollo turístico.

El Conjunto Histórico-Arquitectónico Casona Hacienda El Viejo que recibe la declaratoria, patrimonial, lo conforman tres edificaciones: la antigua casona, el trapiche y el corral. El concepto de ‘conjunto’ se refiere a lo que está unido, contiguo o incorporado a otra cosa, por lo que, la casona, su trapiche y el corral, conforman un conjunto en el que el edificio histórico de la casa de hacienda actúa como centro o núcleo articulador del entorno.

“La casona, su trapiche y corral conforman un tejido histórico en el cual confluyen las conexiones con otros espacios del entorno, por tanto, son elementos que definen el paisaje, lo caracterizan e identifican, así mismo, son portadores de historias de vida cuyas experiencias se vinculan con los procesos históricos, económicos y culturales de Guanacaste y el país”, argumenta el estudio.

Sobre la enorme casona de madera, de dos plantas y amplios corredores y techo entejado, se tiene registro oficial de su existencia desde 1919, por lo que se asume que pudo ser construida años antes. En la casona se localizaban los espacios que eran dominio del patrón para la administración de la hacienda, así como las habitaciones privadas para su familia y allegados en el segundo piso. El primer piso consta de un salón sin divisiones, abierto, reminiscencia de su condición original como casona de hacienda.

Las puertas, cierres laterales y pisos, son de tablones de madera aserrada, cepillada y unida con clavo industrial. Un petatillo o ventila de rejilla en las partes altas de las paredes, posibilita el paso de la ventilación cruzada en las habitaciones, tanto del primer como del segundo nivel.

Como parte de una serie de adaptaciones para convertir el sitio en el lugar de atractivo turístico que es actualmente, la casona fue restaurada entre 2007 y 2008, respetando su estilo vernáculo heredado de las grandes haciendas ganaderas coloniales. Incluso aún conserva en su parte frontal el cerco original de piedra de aquella época.

Así lo confirma el octogenario boyero Elian Cascante, vecino de Ortega y antiguo trabajador de la Hacienda El Viejo: “la casona de hoy es prácticamente la misma, lo único que se hizo fue sustituirle alguna madera”, expresó a la historiadora María Soledad Hernández, una de las encargadas del estudio.

“La casona, construida bajo los parámetros y la estilística de una arquitectura vernácula de fines del XIX y principios de siglo XX, testimonia un estilo constructivo autóctono, con predominancia de maderas duras, resistentes al clima de su entorno húmedo y caluroso. Asimismo, permite reconocer la herencia de unos saberes y conocimientos constructivos transferidos de forma intergeneracional entre el grupo social ligado a las haciendas guanacastecas, como parte de su histórico aprendizaje del paisaje natural, sus retos y desafíos para la arquitectura local”, estimó Hernández.

“La  preservación  de  la historia  y  la memoria  de este patrimonio construido, y de las manifestaciones intangibles que tejieron a través de los siglos en esta y otras haciendas, ponen de manifiesto la importancia   de revalorizar  ese nexo indisoluble entre el patrimonio natural, construido e inmaterial, como un bien que nos atañe y nos pertenece a todos, porque representa la constitución de una identidad que ha permeado a la nación costarricense con su riqueza y su extraordinaria diversidad, presente en su música, su culinaria tradicional, la elaboración de crines, albardas, pellones, los antiguos trapiches, el boyeo, y los saberes vinculados al campo y la ganadería”, añadió la historiadora.

Respecto a su belleza arquitectónica de este inmueble, la arquitecta Ileana Vives, contraparte de este estudio, plantea que “el empleo del sistema constructivo, tipo “ballon frame”, así como de los materiales, principalmente madera y teja cocida al horno, constituyen la estética del proyecto. No existe el ornamento añadido; el detalle constructivo, su escala, composición, color y textura, son algunos de los aspectos que constituyen la belleza del lenguaje empleado”.

“La función se antepone a la forma, por lo tanto, es una arquitectura fundamentalmente utilitaria, que responde a ese principio ordenador. Es el inmueble mismo en su propia esencialidad formal y estilística, la que le proporciona su particular expresión arquitectónica”, añadió.

Por su parte, el trapiche y el corral fueron reconstruidos en el mismo lugar donde originalmente estuvieron para ser incorporados a la oferta turística. Según el estudio para su declaratoria, “se trata de espacios de memoria, testimoniales, donde se desarrollaron actividades propias de la hacienda ganadera de entonces, y que hoy día cumplen una función turística y cultural”, por lo cual, también se estimó necesaria su conservación.

En la reconstrucción trapiche se guardó el cuidado de emplear el lenguaje arquitectónico y los materiales propios encontrados en la casona, sea madera y tejas de barro, principalmente. En la actualidad, se conserva la maza o muela de hierro para exprimir la caña de azúcar, así como las pailas para hervir el dulce y está en funcionamiento.

Según determina el estudio para la declaratoria, el trapiche de la Hacienda El Viejo es parte de su paisaje cultural, por tanto, merece su registro oportuno, reconocimiento y valoración. “El trapiche hoy día es un testimonio material de lo que fuera la incipiente proto industria azucarera en la provincia de Guanacaste, que tiene, además, el mérito de ser el antecedente directo del desarrollo empresarial del actual Ingenio El Viejo, uno de los mayores productores de caña de azúcar a nivel nacional en la actualidad”.

Al igual que el trapiche, el corral fue reconstruido en el mismo sitio que ocupó en el pasado. Originalmente su perímetro era de madera y en la actualidad es de piedra sin mortero, denominado como ‘muros de piedra seca’. Según el estudio de declaratoria, de los espacios que conforman el corral, únicamente se reconoce valor testimonial en los 1.090 m² definidos por este perímetro de piedra.

De tal manera, las profesionales en Historia y Arquitectura del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural determinaron que este conjunto de edificios, precedidos por la centenaria casona, posee los valores de autenticidad, arquitectónico, histórico, histórico-social, contextual-espacial, simbólico y cultural, que justifican su declaratoria e incorporación al Patrimonio Histórico-Arquitectónico de Costa Rica bajo la Ley No. 7555 y su reglamento, declaratoria que pronto empezará a regir al ser publicada en La Gaceta.

“Buscamos esta declaratoria para ayudar a preservar nuestra riqueza cultural y arquitectónica, ahora la Casona El Viejo se convierte en un símbolo tangible de nuestra identidad como provincia, una ventana hacia nuestras raíces y un puente que nos conecta con las generaciones pasadas. La declaratoria es un compromiso firme para preservar nuestra historia y legado para las generaciones venideras. Será un lugar de aprendizaje, de inspiración y unión para todos los guanacastecos, así como para los turistas que deseen sumergirse en nuestra rica herencia cultural”, expresó Alfonso Gómez Jenkins, vicepresidente de Wild Wetlands Hacienda El Viejo S.A.

 

 


Hace más de 40 años, Elpidio Chavarría Chavarría heredó de su mamá el gusto por la artesanía Chorotega y a la fecha, esa es su forma de trabajo.








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