Lic. Miguel Fajardo Korea
El volumen recoge 57 poemas. El acta del jurado compuesto por la Dra. María Amoretti Hurtado, el Lic. Eliécer Venegas Segura y el Lic. Alejandro Herrera Vargas consignan -que es un-:
“Poemario de gran unidad que muestra dominio técnico y maestría en la imagen. En él, la palabra se esculpe para dar vida a un mundo poético en el que se congenia lo trascendente con las preocupaciones propias de un siglo y un continente” (29-1-1998).
Dicho libro contó con el respaldo para el proceso de edición de Alegría Lores, Lillian Sánchez, Elías Zeledón Cartín y Juan Frutos Verdesia.
El Dr. Juan Frutos Verdesia escribe sobre “Margen del sueño” lo siguiente:
“A lo largo de su prolija obra literaria, el espíritu de la poesía de Miguel Fajardo se halla inmerso en su realidad guanacasteca.
Un entorno que le ha permitido al poeta otear lejanías, percibir aromas distantes y desbordar su mundo de ensueños, su venero de sentimientos originales y genuinos. En este Margen del sueño, encontramos que el relato lírico está jalonado de una deliberada intención de crear atmósferas, de orquestar melodías adecuadas y de sugerir el tono pasional correcto.
Es un poemario en el que además encontramos al poeta agobiado y sorprendido ante la cruda realidad del mundo actual, solo que se trata de una realidad cantada o contada, sin sombras de solemnidad o grandilocuencia y quizá solo con el valioso propósito de convencernos de que en el fondo de la vida, la poesía palpita como una limpia semilla de optimismo.
Margen del sueño es el fruto maduro de un escritor maduro”.
Poema I
Borran la entrada de la sombra,
el barco suicida contra el viento,
el destino del alma, el vacío,
del fuego en los retratos,
la piedra rendida en la sospecha.
La otra muerte: la tierra del párpado,
donde los pájaros picotean
contra el cielo
del mar.
Borran la única salida,
el oleaje de las bandadas.
Borran de nosotros,
lo que aún nos queda:
la esperanza.
Poema XVI
La maldad
es un puñal, una pesadilla
en la conciencia. El delirio detrás
del fuego,
Sin la luz del condenado. El suicidio
se ha repetido como escala
devorada por las palabras,
cuyo ritual fue un estertor
En el último rincón de la heredad.
Los emisarios llegan tarde
A los círculos del latido,
cuya crueldad nos quema
con su abandonada voz
De asfixia, donde la
bestia vive, perseguida
hasta el holocausto