En Costa Rica, desde 1994 cada 13 de noviembre, se celebra el día del Sabanero, un símbolo guanacasteco, que va desapareciendo lentamente, por la transformación económica en los servicios, dando paso a otras actividades como lo es el turismo.

En la actualidad son muy pocos, quienes realizan esta loable labor de cuidar el ganado. Es así como Juan Alberto Flores Alemán, Sabanero del Rancho Cimarrón nos relata un poco como era la vida del auténtico sabanero guanacasteco.

“En la hacienda Santa Rosa había un señor llamado Tito Rueda, originario de la ciudad de Liberia, quien llegaba donde el Padre y le decía: présteme el mandador para llevármelo a las labores del campo y que me recoja el ganado. En el sitio lo mandaban con otro señor, llamado Simón Martínez para arrear el ganado entre las 12 y 1 de la tarde, y luego llevarlo a la hacienda para bañar el ganado” contó Flores a Periódico Mensaje con una voz de temple, característico de la sepa guanacasteca.

“Para arrear el ganado se necesitaba por lo menos a seis sabaneros porque era una tarea muy difícil para una sola persona, además era un trabajo en equipo, en la finca era el mandador y cinco sabaneros para el cuido de las reses” contó el sabanero Alberto.

La jornada del sabanero iniciaba a las 5am, de lunes a viernes, se bañaban en las orillas del río para empezar con su faena; cada semana, se intercambiaban la labor del arreo de los caballos que consistía en bañarlos y ensillarlos para luego hacer su recorrido en el campo.

Uno de los utensilios clásicos era el famoso cacho carbonilero, que usaba para echar la carbolina, para curar el ganado del gusano barrenedor, luego se transformó en utensilio para echar la reconocida bebida guanacasteca: vino de coyol.

“En la finca se podía encontrar de todo para el curar el ganado como productos como la carbolina, emicina y desparasitantes, lo más práctico era ponerle antibiótico”, explicó el sabanero emocionado recordando vivencias pasadas.

La vida del sabanero era muy parrandera, esto debido a las numerosas fiestas que se realizaban en los pueblos, así se disfrutaba los tiempos de la vida, después de una jornada fuerte de trabajo, una de las ventajas era la oportunidad que había de transportarse a caballo, además la cercanía que había de las cantinas del pueblo de las haciendas.

Se ha visto una gran pérdida en la figura de este personaje, por la transformación económica que ha tenido el país y Guanacaste. Las Haciendas se han convertido en fincas y otras han desaparecido, dando paso la siembra de productos agrícolas como el arroz y la caña, otros en hoteles, proyectos inmobiliarios mixtos y residenciales que abren paso al turismo y otros servicios.

Sin embargo, Juan Alberto Flores, agregó que la ocupación del sabanero debe traerse en la sangre, es un don que debe traerse y se hereda de generación en generación.

El sabanero siempre cabalga la sabana montado en su caballo, con su sombrero de mecate de crin de caballo para protegerse del fuerte sol pampero, las polainas para resguardarse de los bichos y animales; como serpientes que andan en los pastizales; pero también sirve como escudo, el machete para abrir el camino cuando el monte se “encharraleaba”, su cuchilla, para cortar ciertos alimentos o necesidades imprevistas en su jornada y la manila otro instrumento, que se usa para amarrar las cabezas de ganado; un utensilio que no podía faltar en su trayecto, las botas eran también parte de su vestimenta. Las chaparreras que se usaban a la cintura es uno de los utensilios que se han dejado de usar en el tiempo. Terminando su faena disfrutaba de la comida criolla de su chola y la compañía de su familia.

  ¡El Sabanero vivirá por siempre en el corazón de Guanacaste, resguardando vivencias auténticas de antaño de la provincia!