Por: Lic. Ronny Pizarro
El Foro Nacional está de luto, ha fallecido el Lic. Don Julio César Jaén Contreras, uno de los ciudadanos guanacastecos más esclarecidos como Juez de la República, como jurista e historiador. Ha sido quizá, el único abogado guanacasteco, que no se conformó quedarse cómodamente sentado en su bufete, y prefirió recorrer todos los rincones de la provincia de Guanacaste, los de la altura y los de la bajura, con la verdadera inquietud del zoon politikon, de analizar y resolver el porvenir de esta su amada tierra en todas sus dimensiones; pero su gran pasión fue la reincorporación del sector sur de la Península de Nicoya.
Cuando un amigo se va, y se va para siempre, físicamente, es muy sentida su partida, pero NO se va, porque él queda en nuestras mentes y nuestros corazones, su gesto y su ejemplo de ciudadano.
Siempre nos ocurre, cuando un personaje de esa estatura intelectual y cívica se nos va, físicamente, nos preguntamos, cómo fue que lo conocimos en qué circunstancias, en mi caso, fue en las vacaciones de julio de 1954, cuando cursaba el segundo año en el Liceo de Costa Rica, me vine a mi natal Filadelfia, y encontrándome afuera en el asiento que estaba en la acera del negocio de mi abuelito, que era una pulpería, cantina, salón de baile, marimba y una rokolla de don Ernesto Méndez Vásquez, como a las dos de la tarde, cuando nadie pasaba por la calle y ante un intenso calor, Pueblo Quieto”, le llamaban los santacruceños, se aproximaban dos señores con dos elegantes y bien aperadas bestias, y me dice mi tía Mireya Méndez, que estaba a la par en otro asiento: “ el que viene ahí es el Lic. Julio César Jaén Contreras que abrió un bufete aquí, y su papá, don Isaac Jaén Gutiérrez, y se aproximan, atendelos vos”. Amarraron sus bestias en el chagüite que tenía la Casa Cural por el costado Norte, y dentro del negocio los saludo y les pregunto en qué puedo servirles, y ante tanto calor, don Julio César, a quien en ese momento estaba conociendo, me dice: “sírvanos dos cervezas Traube”, a lo que su padre don Isaac, objeta, y me ordena: “a mí no me dé cerveza, a mí, cuatro copitas de guaro en un vaso”; se las serví, y cuando se tomó aquel trago de guaro externó una enorme expresión en su rostro de honda satisfacción, y don Julio César, en forma pausada se tomó la fresca cerveza ante tanto calor.
Pasaron varios años, y cuando cursaba el sexto año de la Facultad de Derecho en 1963, mi padre, Alfredo Pizarro Centeno, me pidió que lo acompañara para hacerle una visita y solicitud al Lic. Don Julio César Jaén Contreras, Oficial Mayor del Ministerio de Trabajo, y cuyo Ministro de Trabajo era mi profesor de Teoría del Estado Dr. Alfonso Carro Zúñiga, oficinas del Ministerio que quedaban diagonal a la esquina Noroeste del Parque Central de San José. Mi padre, le expuso a don Julio César con claridad las injusticias que se cometían con los trabajadores en la zona de Golfito, lo que atendió con gentileza, con bondad y prontitud, pues muy pronto aquel tema se arregló, me informó después mi padre.
Una vez que me gradué como Abogado y Notario en 1964, encontrándose don Julio César en el ejercicio liberal de su profesión en Liberia, tuvimos más cercanía como colegas, y a menudo yendo de Filadelfia a San José en mi automóvil, pasaba por su despacho los viernes con destino a San José, así como de San José a Liberia los lunes o miércoles, y en varias ocasiones descendiendo en las cuestas de Cambronero de San Ramón a Esparta, me decía: “pare, pare, pare, y vea qué hermosos paisajes que significa esas enormes montaña que es el verdadero pulmón de nuestra amada Patria”; y cuando veníamos por la Carretera Interamericana, en suelo guanacasteco, también me decía: “ pare, pare, pare, y apreciábamos el biombo natural que se forma al unirse las inmensas ramas de los árboles de Guanacaste y otras especies, de una orilla de la carretera a la otra orilla, formándose en verdad un hermoso biombo natural. Supo así, y yo, aspirar el perfume de la vida, supo amar y supo morir en paz con su familia, y con esta sociedad que lo amaba tanto!