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  • Docente liberiana solicitó declaratoria para su casa bicentenaria

A tan solo doscientos metros de la parroquia de Liberia, se planta la casa Esperanza Castrillo Rovira con su solemne y austera belleza de estilo colonial. Amplia, cual matrona guanacasteca, se extiende por la esquina toda vestida de blanco y luciendo un sombrero de tejas. La casona evoca a la Liberia que existió doscientos años atrás, época en que fue construida, cerca de la Independencia.

Según el decreto N° 38535-C, publicado en 2014, la vivienda de adobe y bahareque posee un valor excepcional como monumento histórico-arquitectónico. El estudio técnico realizado por el Centro de Patrimonio Cultural, indica que fue construida en la década de 1820 y ampliada a inicios del siglo XX. Es una de las casas más antiguas de la Ciudad Blanca, sino la más.

“(…) posee gran autenticidad y relevante valor cultural, rememora el paisaje urbano de la primera mitad del siglo XIX y es parte integrante del Centro Histórico de la ciudad de Liberia, por lo que merece ser preservada para el disfrute de generaciones futuras”, señala el decreto, tal y como lo quiso su dueña.

Pero esta nota no es de la maravillosa Casa Esperanza Castrillo (nombre oficial del inmueble como patrimonio), sino de la mujer quien fuera su cuidadosa dueña y cuyo espíritu trascendió a finales de 2020, a los 84 años de edad. Esperanza Juana de los Ángeles Castrillo Rovira (1936-2020), una liberiana “de pura cepa”, se caracterizó, entre otras virtudes, por un profundo y coherente amor por Liberia, por sus raíces y por su centenaria casa.

“Fue mi profesora de Estudios Sociales; cumplida, organizada y siempre con ese espíritu de amor por su ciudad, luego, compañera en la Asociación para la Cultura de Liberia. Esa gran consciencia de su liberianidad hizo que ella misma solicitara al Centro de Patrimonio la declaratoria para su casa. Me dijo: no se preocupe Hugo, yo ya hice la solicitud porque creo que mi casa debe preservarse en un futuro como patrimonio. A mí me impresionó, porque nadie hace eso, solo mi mamá y ella”, afirmó Hugo Zúñiga.

En vida de Castrillo, cuando aún la casa no estaba declarada patrimonio, la periodista Doriam Díaz recogió sus palabras en una nota de 2004 publicada en La Nación: "A mí me parece que no perder esta arquitectura en tierra sirve de realce para el país. Me han ofrecido comprarme la casa, pero no la quiero vender porque yo sé que la quieren para botarla y construir algo moderno".  Esta fue siempre su posición a pesar de que, por su céntrica ubicación, el inmueble se rodea de comercios.

"Quieren que le pongamos canoas y este tipo de casas se ven horribles con canoas, porque eso antes no existía. Las canoas le cambian el aspecto; tengo que ir a hablar a la Municipalidad", se quejaba Esperanza con la periodista en el mismo artículo.

Con el fin de lograr la declaratoria como patrimonio histórico-arquitectónico y como buena apasionada por la Historia, Esperanza empezó estudiando su casa y de ahí se interesó por el resto del patrimonio liberiano, según comentó Ariel Castrillo, su sobrino y actual propietario.

“Era su corazón, el bien más importante que podía tener ella y su familia, incluso porque ahí prácticamente nacieron todos los hermanos, una gran parte de la familia. Una casa donde pasaron varias generaciones a pesar de que, según las mismas investigaciones que ella hizo, no fue construida por su familia, sino que estaba desde mucho tiempo antes”, comentó Ariel.

Con un dejo de nostalgia, Ariel sonríe y comenta: “No me dijo: te la regalo, te la voy a dar; me dice: Aquí te la dejo para que la cuidés; o sea, me estaba dando a entender que la casa era un patrimonio familiar también y que tengo que seguir con su filosofía. Ese es el compromiso que tengo con ella y su memoria; con lo que me enseñó y le heredó también a Liberia”, expresó.

Siendo Esperanza de pocas palabras, su sobrino aprendió a interpretarla de diferente manera. “Para mí fue algo muy lindo ver la reacción de ella cuando le conté que logramos la declaratoria, fue como una de las mayores expectativas que quizás ella tenía en su vida. Se sintió muy motivada, me dio un abrazo y celebró. Cuando algo la exaltaba abría más los ojos y sonreía, no se carcajeaba, solo con sus ojos de manera muy expresiva. Yo sabía la enorme felicidad que le causaría que la casa se declara y que fuera identificada como patrimonio”, comentó emocionado Ariel.

Tal era el orgullo por su casa, que no negaba el acceso a los curiosos que llegaban a conocer su tesoro y se complacía en mostrar los interiores de su particular vivienda.

“Fue una de las personas que son parte de la identidad de Liberia, que siempre tuvo muy claras las costumbres, las tradiciones, incluso muchas las practicaba. Una persona muy cívica en cuanto a la celebración de efemérides. Amaba su identidad familiar, su infancia, la vecindad, el patio, a sus abuelos y el lugar donde vivía. Valoraba mucho la identidad de su pueblo y luchó por rescatar los valores”, la retrató su sobrino.

Esperanza Castrillo Rovira es difícil de olvidar por quienes la conocieron, especialmente sus alumnos del Liceo de Naranjo y el Instituto de Guanacaste, quienes la recuerdan como una profesora sumamente estricta. Nunca se incapacitó como docente, fue ordenada, muy correcta, austera, detallista, de puntualidad militar y rutinas. También una mujer dadivosa que brindó su apoyo de diferentes formas.

Doscientos y más años después, aún se asienta firme este inmueble patrimonial que ha sido cuidado con esmero por Esperanza y anteriores propietarias, pues, según comentó Ariel, como dato curioso, siempre estuvo en manos de mujeres.

Indudablemente la casona llamará la atención de quien visite la Ciudad Blanca. “Es una casa atípica en Liberia, porque no tiene puerta del sol, tiene esa puerta trunca que llaman ochada. Está su casa engalanando la avenida 25 de Julio, de color blanco, encaladita, de bahareque y adobe. Está recordando a Esperanza Castrillo ¡con una pena! porque es un sector muy antiguo de Liberia en que solo queda esa casa, la ermita de La Agonía y la casa de los Muñoz. Un sector bellisisisímo de Liberia, donde todas las casas fueron derribándolas; bueno, quedó la de ella como monumento a lo que sí se debe hacer y esa es la enseñanza que nos dejó: conservar el patrimonio”, enfatizó Zúñiga.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, por conmemorarse este 8 de marzo, presentamos esta nota, homenaje póstumo a Esperanza Castrillo Rovira, quien supo educar desde las aulas, pero, también, con su ejemplo. Sirva de reconocimiento extensivo para tantas otras mujeres quienes, amantes de la cultura, marcan la diferencia en sus entornos inmediatos, comunidad, país, e incluso, su legado trasciende las fronteras.

 


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