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La vida nos ha permitido encuentros humanos que permanecen en el tiempo.  El de la Prof. Ofelia Gamboa Solórzano (11-3-1924; 19-10-2018) es uno de ellos.  Seis lustros han transcurrido, desde cuando nos conocimos en el Centro Literario de Guanacaste, en 1988.  El aprecio se extiende a la familia Montoya Gamboa y a sus  descendientes: Rodrigo (+),  Milton: “Chicho”,  Lisette y, en particular,  a Eliette: una hija  ejemplar, sin horarios, en la atención desprendida, amorosa y puntual de su madre. 

Como educadora de verdad, Ofelia Gamboa merece un profundo respeto, luego de sus abnegados 40 años de entrega al ejercicio docente, con auténtica vocación de campana. Como escritora, ella signa uno de los nombres estelares de la literatura inscrita en el Guanacaste eterno.

 La trilogía integrada por las educadoras y escritoras María Leal, con 97 años; Lía Bonilla, con 95 años y  Ofelia Gamboa, con 94 años, representan las voces culturales femeninas de mayor longevidad y peso artístico en la historia cultural de Guanacaste.  Ellas conforman, sin ninguna duda, el privilegiado círculo de las “Zonas azules” en las letras guanacastecas, por su entrega, pasión y calidad artísticas.

Siempre le agradeceré su confianza, al permitirme prologar tres de sus cuatro libros: “Oro y sol”, 1990; “El expreso de la mina”, 1994 y “Columpios”, 2000. Además, publicó “Matices”, 2013. 

Tengo un criterio integral cimero sobre la calidad y trascendencia de su obra.  Las vetas temáticas que abrió hace muchísimos años, trazaron rutas para todos cuantos venimos detrás de ella. Nos ha enseñado a escribir con honestidad.  A hurgar en la historia del Guanacaste de siempre, para denunciar a quienes han cometido la deslealtad telúrica de entregar parte de nuestra provincia,  por unas monedas de más. 

Su palabra, firme y trascendente, es un paradigma que debemos emular, cuando queremos conocer las auténticas raíces del ser guanacasteco. Al releer el legado de su gran obra, esplenden títulos que recuperan la historia siempreviva del acontecer intenso, con la óptica de la glocalización.

En su intensa obra literaria, convergen los recorridos históricos y temáticos sobre la Guanacastequidad. Textos como Orbe tierra, Orbe mina, Los mazos, Los coligalleros,  Pretéritas cosas presentes, Lamento, Abangares, Árbol oreja, El grito de Vargas Vargas, Saludo a la pampa, Hay un rubor de malinches, Pampa, Los potros, Ancestro, Gesta, La nana Mercedes o Matices, dejan leer una voz sobria, rutilante, estremecedora, para acercarnos a la patria regional, la que no debemos permitir que se convierta en un Guanacaste ajeno.

La profesora y narradora abangareña, Ofelia Gamboa Solórzano, es una de las autoras sobre las que más veces he escrito en diversos medios durante tres décadas.  No quiero repetir las apreciaciones jubilosas que me merece su obra callada, pero honesta, sin poses ni arribismos.  Su nombre es uno de los que, sin ninguna duda,  seguiré pronunciando, en voz alta, con profundo respeto y admiración holística. 

Todos hemos aprendido de ella: de sus enfoques, de su clarividencia para potenciar el tema guanacasteco, sin cálculo, sin doble discurso, porque ella ha sido coherente en su vida intensa: como mujer, madre, maestra, escritora, dirigente comunal y amiga, desde su gran corazón y  espíritu humanista, que remira el acontecer de la pampa, abierta y bravía, que hoy se ha quedado solísima, una vez más. 

En mi poema “Ofelia Gamboa, educadora minera”, procuré plasmar mi perspectiva de 30 años sobre su personalidad, con vínculos mutuos, en nuestros senderos de caminante por las rutas de vida del Guanacaste que amamos.

El mejor homenaje a una mujer creadora integral será preservar su legado, extenderlo y abrir puentes espirituales, desde su bendita tierra abangareña, hasta los confines de la pampa, que conquistó en sus recorridos azules, con mirada crítica y reivindicadora, como testigo, porque como dijera en su intenso poema “Árbol Oreja”:

“La vasta Guanacaste (está) mirándonos de frente”.   

Escrito por Lic. Miguel Fajardo Korea


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