Lic. Miguel Fajardo Korea, Premio La Gran Nicoya| Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Periódico Mensaje
El Centro Literario de Guanacaste presentó este libro, el pasado 24 de enero del 2025
Hernán Gutiérrez Oviedo. Caliche, su vida, su legado. Guanacaste: Impresión Cuatricromía. 2025: 254. Revisión de texto: Alexander Martínez y María Isabel Sánchez. Diseño gráfico: Rodrigo Quirós. Retoque fotográfico: Rodrigo Quirós y Francisco Muñoz. Ilustración de contraportada: Ronald Díaz. El libro del investigador y periodista Hernán Gutiérrez Oviedo es una invaluable aportación bibliográfica para el conocimiento integral del gran cantautor, Carlos Rodríguez Santana, y para los registros bibliográficos del Guanacaste eterno.
CALICHE: Carlos Rodríguez Santana nació el 11 de mayo de 1956, en Santa Cruz, Guanacaste. Falleció el 24 de agosto de 1997. Murió en la plenitud vital, a los 41 años. El libro está dedicado en sus capítulos iniciales a mostrar un recorrido biográfico y artístico sobre el gran cantautor afro-guanacasteco.
Asimismo, dedica un centenar de páginas donde incluye las 47 canciones compuestas por Carlos Rodríguez Santana, además, acota sus impresiones y análisis sobre ellas, donde ofrece un corpus interpretativo muy fundamentado y certero en sus apreciaciones contextuales. El estilo empleado por Hernán Gutiérrez Oviedo es fresco, raigal y transparente. El conocimiento que tuvo del artista es profundo, toda vez que compartió, colaboró y lo ayudó durante varios años de la carrera artística del cantautor afro de la pampa.
Hernán Gutiérrez Oviedo es un periodista, productor, capacitador radial, recopilador, difusor de la música y las tradiciones orales en Guanacaste, que entrega una nueva obra, altamente significativa, para el proceso de la recuperación identitaria del Guanacaste eterno que amamos.
Entre sus publicaciones cito: Las tallas de tío Julián (1990 y 1998); Me lo dijo el río (2008); Guanacaste nuestra casa. La música en el aula para la educación ambiental (2010); La hazaña de los pataspeladas (2022) y, ahora, Caliche, su vida, su legado (2025).
Asistimos a una especie de dossier que se va develando. Desde niño, Rodríguez Santana mostró afinidad y preocupación por la protección de la fauna: “Cuando ya caminaba le encantaba coger el monte, andar por los potreros, por los tacotales y por el río que pasaba detrás de la casa. No le gustaba que mataran animales, desde pequeño sentía un gran cariño por las ardillas, las iguanas y todas las especies silvestres”. El autor da a conocer elementos del espacio interior: “A él le gustaba andar a pata pelada, entonces les hacía un nudo a los zapatos y se los colgaba en el hombro. Solo cuando llegaba a la escuela se los ponía”.
La descripción física de Carlos Rodríguez Santana es muy completa: “Delgado, mulato, pelo ensortijado y siempre sonriente, pañuelo rojo en la cabeza, distintivo que usó hasta el último día de su vida, con sus jeans, una camiseta blanca de tirantes y su guitarra. Carlos solía andar no tan bien vestido, con un bolso atravesado y su gran pelo afro”.
Las acotaciones contextuales e históricas de Hernán Gutiérrez son puntuales y clarifican el panorama de producción de Rodríguez Santana. “Así fueron los años ochenta. Conflictos armados en los países vecinos, inicio del declive de la economía nacional y una provincia que pasaba de una economía agropecuaria a una economía de servicios turísticos, con todo lo positivo y lo negativo. Una década perdida para algunos, pero muy próspera para otros”.
Sé el gran trabajo que implica una investigación de esta naturaleza. A mí me correspondió el honor de compilar cuatro libros de una generación de talentosos cantautores y compositores de Guanacaste de la primera mitad del siglo XX, a saber: Jesús Bonilla, Héctor Zúñiga, Medardo Guido y Sacramento Villegas, auspiciadas por la Asociación para la Cultura de Liberia (1986-2025…), “cuyas letras estaban muy ligadas al paisaje guanacasteco, a las haciendas ganaderas, al romance, al amor y al des amor”.
Hernán Gutiérrez refiere que “iniciando los años ochenta, hubo un cambio drástico en la música guanacasteca, que marcó una nueva etapa en la forma de componer y difundir las creaciones musicales. Podría decirse que Carlos Rodríguez fue uno de los líderes más carismáticos de este movimiento, que relanzó la música guanacasteca. Tenía una visión global de su provincia, de sus tradiciones religiosas, de sus problemas ambientales, sus personajes famosos y anónimos, de las fiestas, las montaderas. Y de las injusticias sociales”.
Carlos tuvo una sensibilidad religiosa como portador de una tradición popular, cuyo centro fue el Cristo Negro de Esquipulas o “el Esquipulitas”. En ese sentido, “las tres canciones de un carácter más espiritual Mi Cristo chumeco, El peón de Jesús y Navidad en mi pueblo, están llenas del color vivo de su tierra natal y dan cuenta de una religiosidad sencilla, pero comprometida. Sus letras contienen, sin duda, toda una forma creativa de evangelización popular”.
El humanismo de Rodríguez Santana es una apuesta por obras de mejoramiento ambiental, en la gestión del Parque Nacional Diriá y en el Parque Nacional las baulas de Guanacaste. Un canto por la vida es una de sus canciones más emblemáticas de Caliche, y trata sobre las tortugas baulas, por las cuales dio una de las más importantes luchas de su vida.
Caliche viajó tres veces al exterior: México, Nicaragua y Cuba. Durante su primer periplo, con el trío “Los Bajureños”, participó en el Primer Festival Internacional de la Marimba en la Ciudad de México.
Carlos Rodríguez participó en los grupos Nacazcolo, el trío Los Bajureños y el dúo Los Bochinche ros. Nacazcolo fue clave en la divulgación de su música. Un grupo de amigos de Carlos Rodríguez Santana digitalizó en un CD las 21 canciones de Carlos, grabadas en los dos casetes, con el grupo Nacazcolo. Los Chocuacos no fue un grupo musical, sino un grupo informal de amigos de Caliche, que se encargó de algunas gestiones administrativas y de producción de la música inédita.
En relación con su legado musical, Carlos Rodríguez Santana escribió 47 canciones. Para Werner Korte, historiador, etnomusicólogo, compositor y cantautor: “el mayor aporte de Carlos Rodríguez Santana a la cultura guanacasteca fue reconocer la “africanidad” oculta que hay en la bajura, sin tener en cuenta la presencia de africanos en la Península de Nicoya desde la década de 1520, y su consecuente mestizaje físico y cultural”.
Hernán Gutiérrez realiza una afirmación sobresaliente, a saber: “La herencia genética y cultural de los guanacastecos, desde el siglo XVI, combina elementos indígenas, europeos y africanos. Y aunque esta parte de nuestro mestizaje se ha pretendido mantener invisible, Caliche, con sus rasgos típicos del centro occidental de África, nos recuerda ese componente de nuestra identidad guanacasteca”.
Hoy, a los elementos de la Guanacastequidad se le endiña el componente de lo afro-guanacasteco, que había permanecido invisibilizado, históricamente hablando. No es sino hasta hace unos pocos años, cuando existe un revisionismo coyuntural acerca de dicha valoración. Caliche empezó a soñar con la fusión de ritmos negros, caribeños y guanacastecos. Deseaba componer una “salsa guanacasteca”.
Asimismo, las letras musicales de Caliche incorporan términos guanacastecos y expresiones populares, que lo vinculan con un vocabulario campesino. Se puede descubrir la vida del campo, el paisaje rural, las costumbres tierra adentro, el sentir de sus pobladores, cómo viven sus fiestas, su religiosidad, sus amores y también sus problemas.