Luis Castrillo Marín
Periodista y Politólogo, UCR
La última genial idea del Ministerio de Educación Pública (MEP) apuntó de manera directa e implacable hacia un intento por vulnerar, de manera harto grosera, la privacidad de miles de estudiantes de quinto grado de la educación primaria.
El viernes anterior esos niños de un promedio de 11 años de edad, fueron sometidos al suplicio de contestar un cuestionario supuestamente para conocer el contexto de las condiciones socioeconómica de los alumnos con el fin “descubrir” correlaciones entre esa variable y el rendimiento académico unos tales “Factores Asociados” en la jerigonza del MEP. Todo dentro de las pruebas de Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (FARO).
Sin el consentimiento por escrito de los Padres de Familia, el MEP indagó en el mundo interno de los infantes para conocer aspectos como el tipo de vivienda que habitan, los servicios tecnológicos (internet, TV con cable, etc) a los que tienen acceso, los materiales de construcción de sus casas y otro larguísimo etcétera de consultas sin relación con las materias académicas como: matemática, estudios sociales, español y demás.
Uno no se explica cuál es la curiosidad por conocer el entorno social de los educandos ¿Es que acaso el MEP tomará acciones concretas para mejorar la situación de las familias en clara desventaja social? Si esa era la razón de la iniciativa entonces ¿Por qué no se consultó directamente a los encargados de los chicos y que obviamente sí son mayores de edad?
Ocupamos conocer con un grado de certeza razonable, cuánto han aprendido los estudiantes en estos últimos tiempos con pruebas bien elaboradas que midan su grado de conocimiento porque solamente de esa manera podremos saber si vamos por buen camino en un área, como la formación de los profesionales del futuro, que es de capital importancia para el desarrollo del país.
Máxime porque en los últimos meses la Pandemia de Covid-19, junto con otros hechos como huelgas interminables, han ocasionado un daño irreparable para la educación de las nuevas generaciones al punto que varios expertos en la materia acuñaron el término “Apagón Educativo” para describir el retroceso sufrido por esos factores externos al trabajo docente en las aulas.
Sin embargo, parece que para el MEP revertir esa tendencia negativa está fuera del foco de las prioridades porque es más importante recolectar datos a costa de infringir un suplicio a infantes que cayeron en una emboscada de burócratas de segundo nivel.
Estamos ante un FARO sin luz, pero sobre todo sin quien lo porte.