DOCTOR ENRIQUE BALTODANO BRICEÑO
BREVE RESEÑA BIOGRÁFICA
RESEÑA GRÁFICA E HISTÓRICA de LIBERIA.- Breve reseña biográfica del Dr. Enrique Baltodano Briceño. A médicos, jóvenes y adultos, les he preguntado en algunas ocasiones, si tienen información quién fue el Dr. Enrique Baltodano Briceño, y me han manifestado que sólo saben que el Hospital de Liberia lleva su nombre y apellidos. Aquí, esta breve reseña biográfica.
Nació el Dr. Baltodano Briceño, en la ciudad de Liberia, el 20 de setiembre de 1903; hijo de don Enrique Baltodano Bonefil y doña María Briceño Rodríguez. Sus estudios primarios lo realizó en la Escuela Ascensión Esquivel, y en 1915 ingresó al Liceo de Costa Rica graduándose Bachiller en Ciencias y Letras en 1922, y el 9 de marzo de 1923, con ilusión de estudiar medicina, viajó a Alemania (vía marítima-Puerto Limón – Hamburgo - Amsterdam), pero la difícil situación política de este país, no le fue propicia por lo que se trasladó a la Universidad de Barcelona en la que logró su título de Médico y Cirujano 1929. En ese mismo año de 1929, cuando cursaba el último año para graduarse de médico, el Dr. Baltodano recibe una carta de su padre informándole que de Palmira de Carrillo, Guanacaste, había salido un joven a París, Francisco Vargas Vargas, a estudiar medicina, le proporciona su dirección y le dicen que le lleva una sorpresa. Va a París, a encontrarse con el amigo que muy pronto también sería el Dr. Vargas Vargas, y, en París, se toman una memorable fotografía, y le manifiesta a Vargas Vargas que siente una gran nostalgia por su amada Liberia, que pretende regresar porque le hace “muchísima falta mi padre, sus hermanos… su familia y Liberia”; y, Vargas Vargas le sentencia: “¡ no se me apendeje, Liberia lo espera pero como Médico y Cirujano, está por terminar su carrera y debe concluirla !” Regresó a la Universidad de Barcelona, graduándose con grandes honores. Volvió a París ese mismo año de 1929, y en la Sorbona hizo la especialidad en Ginecología y Obstetricia, interesándose también en las investigaciones sobre enfermedades tropicales tanto en París como en Londres. Volvió a Costa Rica en 1930 y se incorporó al Colegio de Médicos en 1931. Su obra como eminentísimo Médico y Cirujano la llevó a cabo en el humilde Hospital de Liberia (donde está Supercompro), y en los diversos caseríos y barrios del extenso cantón de Liberia que en aquel entonces llegaba hasta la frontera con Nicaragua, y en los cantones de Carrillo y Bagaces.
Guanacaste era como otro país, totalmente aislado, no contaba con más servicios de comunicación que sus ríos, entonces caudalosos y con caminos polvorientos en verano y convertidos en fango en el inverno: eran seis meses de polvo, seis meses de lodo y doce de calamidades. Esto produjo un pueblo valeroso y generoso, que fiel a sus raíces indígenas, alejado del poder político, cultural y económico del país, vivía una dramática pobreza: latifundios por doquier en la que al trabajador se le trataba como pasto de ganado. Nuestra provincia era atacada por la malaria, la fiebre de aguas negras, el paludismo y el abandono educativo era enorme. En ese entorno doloroso, y sin vehículos de ninguna naturaleza, regresó a su natal Liberia, el Dr. Enrique Baltodano Briceño en 1931 con la estatura de un gran médico y con un gran corazón se trasladaba a pie, en caballo y en carreta a visitar no a sus pacientes o clientes, sino a “sus enfermos”, sin que mediara suma de dinero alguno y proporcionándoles los medicamentos a personas humildes; su vocación y prestigio de médico graduado en Europa, su patrimonio personal lo puso a disposición de su pueblo, pudiendo emular la frase de Lincoln que fue un médico del pueblo, para el pueblo y por pueblo, porque recorrió aquellos caminos para llevar sus conocimientos, amor y consuelo a sus enfermos. Recuerdo cuando salía presuroso de su casa de habitación con el poco de medicinas en sus pantalones army y su valijita-maletín de médico lleno de instrumentos.
Para comprender la magnitud de su abnegación, rectitud y nobleza de este médico y cirujano existe la anécdota que retrata su excelsa calidad humana: fue dueño de una farmacia que quebró porque el Dr. Baltodano no cobraba las medicinas a los enfermos de escasos recursos económicos. Y, el día de su boda, por asistir en el parto a una mujer de un barrio alejado de esta Ciudad, tuvo un significativo atraso que puso muy nerviosos a la novia e invitados.
El Dr. Baltodano Briceño, por esos avatares de la vida de un ciudadano de enorme prestigio, fue electo diputado para el período de 1946-1950, e integro el grupo de los veintisiete diputados que en el Congreso Constitucional anuló la elección presidencial de don Otilio Ulate Blanco en la controversial e histórica sesión del 1 de marzo de 1948. De regreso a Liberia se le arrestó por algunos días en la Comandancia de Liberia, pero dado su prestigio médico fue puesto en libertad en breves días, pero cuando sospechó que lo volverían a arrestar tomó el camino del exilio yéndose a Nicaragua por esos caminos del noreste de Liberia, y un vecino, don José Leiva Alvarado (ulatista), que lo vio pasar por esos montes, le dice con extrema bondad: “¡ Doctor, si me preguntan por usted, haga de cuenta que no lo he visto !”. En su huida, dejando solos a su esposa e hijos, colaboró intensamente don José Estrada Baldioceda (Pepe Estrada) y uno de sus trabajadores de apellido Mayorga.
De regreso a su amada Liberia, y despojado cruelmente de su título de Médico y Cirujano por orden de la Junta de Gobierno encabezada por don José Figueres Ferrer, cuando solicita se le renovara su cédula de identidad, le pide al oficial del Registro Civil en Liberia que borre la condición de Médico y Cirujano, y en su lugar consignara la de “JORNALERO”, para complacer la arbitrariedad e ingratitud de la Junta de Gobierno, porque según él “… ENRIQUE BALTODANO BRICEÑO, NO REQUERÍA DE UNA IDENTIFICACIÓN PROFESIONAL, PORQUE SU CONDICÓN DE MÉDICO Y CIRUJANO NO RADICABA EN UNA SIMPLE CÉDULA DE IDENTIDAD, SINO EN ENTENDIMIENTO…”. Por muchos años, este eminente médico portó la cédula de identidad como “JORNALERO”, y esta referencia histórica me la relacionó varios años después mi amigo, Lic. Manuel Rodríguez Caracas.
(En 1947 y 1948, en un mar de embravecido de pasiones políticas, desde el punto de vista histórico, son explicables algunas conductas del gobierno derrocado y el que lo sustituyó, pero fueron totalmente injustas… A diferencia de lo ocurrido con el Dr. Enrique Baltodano, al Lic. Teodoro Picado Michalski, la Junta de Gobierno encabezada por don José Figures, ni el Colegio de Abogados se atrevieron a despojarlo de su condición de abogado, y la Escuela de Derecho jamás lo despojó de su cátedra de Derecho Civil, y su suplente, el Lic. Eladio Vargas Fernández, como homenaje a su maestro y gran intelectual, días después del fallecimiento de don Teodoro Picado, manifestó en la Escuela de Derecho: “Ahora sí voy a asumir la cátedra de Derecho Civil porque ha fallecido su titular, el Lic. don Teodoro Picado Michalski”)
El Hospital de Liberia, era una institución que dependía de la Junta de Protección Social de Liberia, y, sus miembros, le solicitaron al Dr. Enrique Baltodano –cual un mandato-- que se acogiera a su merecidísima pensión. Esto ocasionó una dolorosa pena y depresión al Dr. Baltodano. Varios años después, interrogué a la persona que impulsó esta grosería y me afirmó que era cierto, “… pero lo que se hizo fue un hermoso favor a un gran médico que había dedicado cerca de cincuenta años a la salud de los guanacastecos…”. Pero no se percataron que enviarlo a su casa con su “merecida pensión” constituía un ultraje al más sublime médico que ha tenido Liberia y la provincia de Guanacaste, porque sólo su presencia en el Hospital, era una reliquia… un monumento vivo… al buen tiempo viejo al que él enfrentó con sabiduría y con amor al prójimo, a quien no lo detuvo el crudo invierno ni el sol quemante de la pampa y los raquíticos medios de transporte para llevar sus conocimientos a la clase más marginada y empobrecida de esta Tierra.
El Club Rotario de Liberia en una memorable sesión acordó hacerle un gran homenaje al eminente médico Dr. Enrique Baltodano Briceño, y en esa sesión uno de sus miembros, Dr. Omar Arrieta Fonseca manifestó lo más o menos lo siguiente: compañeros, yo estoy de acuerdo en este merecidísimo homenaje al Dr. Enrique Baltodano, pero el más grande homenaje que se le debe hacer a este gran profesional de la medicina, es que nuestro Hospital sea bautizado con el nombre y apellidos de este egregio ciudadano para lo cual debe solicitársele así a la Junta de Protección Social de Liberia, al Ministerio de Salud y a la Caja Costarricense de Seguro Social. Así se originó la histórica iniciativa en la que colaboró don Manuelito Larios Ugalde como alto funcionario de la Caja Costarricense de Seguro Social en Liberia y también el Ministro de Salud de entonces Dr. Alvaro Aguilar Peralta, quien informó, que a la vez que se honraba a un Apóstol de la Medicina, también se honraba a la provincia de Guanacaste.
En la ciudad de Liberia, en su casa de habitación situada frente a la esquina Suroeste del Parque Mario Cañas Ruiz, a las 11 horas del 14 de abril de 1980, falleció el Dr. Enrique Baltodano Briceño, Hijo Benemérito de la provincia de Guanacaste.
A modo de epitafio, y para resumir en una frase, el modelo de ciudadano que fue el Dr. Enrique Baltodano Briceño, quien jamás se enriqueció en el ejercicio de su profesión, diremos que, en su mausoleo debiese existir esta frase: “MÉDICO QUE VE EL DINERO, NO VE LA ENFERMEDAD”