El tema de energía y sostenibilidad, no solo es amplio y profundo, también interconecta y entrelaza una larga serie de fenómenos que hace prácticamente imposible su abordaje en este artículo. Sin embargo, algunos investigadores como Tester y otros (2005) hablan de sostenibilidad en términos energéticos, y la define como esa “armonía dinámica entre la disponibilidad equitativa de bienes y servicios de uso intensivo de energía para todos, y la conservación de la biosfera para futuras generaciones.”
En términos generales, el consumo de energía a nivel global se ha disparado de la mano con el crecimiento de la población, particularmente en los países en vías de desarrollo, y sus megapolis que requieren concentrar fuentes de energía. Además, los sistemas de transporte globales dependen en su mayoría de energía fósil, cuya disponibilidad/agotamiento y precio poseen fuertes implicaciones políticas y sociales, como ya demostró Marion Hubbert en los años 1970. Todo lo anterior sin mencionar los efectos ambientales de los gases de efecto invernadero, y que tanto local como globalmente, el acceso a la energía se distribuye de forma desigual. A son de ejemplo, aquí podemos mencionar un proyecto en una zona rural de nuestro país, que gracias a la instalación de pequeños paneles de energía fotovoltaica que proporcionan al menos una hora de luz artificial, mejor? notablemente el rendimiento escolar, y algunos micro-emprendimientos en manos de mujeres cabezas de hogar.
Sin lugar a dudas, tenemos toda la tecnología que necesitamos para que incluso nuestras propias casas produzcan su propia energía, y parte de la energía de la red, y que la red en su totalidad se alimente de fuentes renovables. Sabemos construir trenes eléctricos, y barcos de energía eólica de alta eficiencia, tenemos toda la tecnología para reciclar toda el agua y recuperar todos nuestros residuos. Sabemos incluso producir alimentos orgánicamente, y de manera sostenible de forma tal que se reduciría la incidencia de gran cantidad de enfermedades, es decir, hemos tenido el conocimiento cuantitativo durante décadas para considerar tanto a la sociedad como al ambiente en el sistema económico; lo que me lleva a reflexionar si las verdaderas soluciones a nuestros problemas (no solo aquellos energéticos) están en nuestra tecnología, o más bien en la naturaleza humana y nuestra voluntad.
Ya en 1951, Martín Heidegger nos decía que: “lo gravísimo en nuestra época grave es que todavía no estamos pensando”; y quizás esa debería ser precisamente la función social de la filosofía, enseñarnos a pensar para nuestra época y sus retos, particularmente aquellos que se relacionan con la generación y disponibilidad de energía.
Entonces, ante lo grave de nuestra época, pues es la primera vez que como sociedad global enfrentamos serias crisis económicas, ambientales y sociales al mismo tiempo; lo primero que deberíamos indagar, es porque y como desarrollar sistemas energéticos sostenibles; pues nada hay peor, que hacer las cosas correctas por las razones equivocadas.
Respecto al porque, lo primero que sobresale en nuestra sociedad es esa particularmente inocente, pero peligrosamente errada visión de que al ambiente y/o la naturaleza debemos salvarla. Desde una perspectiva ambiental, sin lugar a dudas, podemos continuar business as usual, y seguir aportando al grave desequilibro de la biosfera, hasta que este desequilibrio no permita la vida de los seres humanos, cosa que no sucederá paulatinamente, sino de forma gradual, como ya lo estamos viendo. Aquí no debemos olvidar que este desequilibro de la biosfera, debido a nuestra arrogancia antropo-céntrica, ya nos ha privado, y está privando de algunas formas de vida.
En este sentido, toda solución energética debería cumplir con una seria de principios tanto intra-generacionales como inter-generacionales, sin ser exhaustivos, entre los primeros tenemos:
- Cada generación tiene la obligación de proteger los intereses de las futuras.
- La obligación primera debe ser proveer las necesidades de las actuales generaciones y las subsecuentes. En este sentido los peligros concretos de corto plazo deberían tener prioridad sobre los peligros hipotéticos al largo plazo.
- Orientarse por el Principio de Precaución, es decir: no continuar con acciones que presentan una amenaza real de daño irreversible y/o consecuencias catastróficas, a menos que hayan necesidades apremiantes y/o compensatorias en beneficio de cualquiera de las generaciones actuales y futuras.
Respecto a los principios inter-generacionales, podemos mencionar que debería reducir toda inequidad pobres y ricos tanto a nivel nacional como global; así como proteger los bienes comunes (sociales, ambientales y económicos) también a nivel local y global, gracias a una cooperación y gestión tanto nacional como internacional.
Finalmente, y de forma más específica para nuestro país, cualquier estrategia energética debería considerar como gran marco de referencia el Plan Nacional de Desarrollo (actualmente en elaboración). Por ejemplo deberíamos actualizar el Plan Nacional de Biocombustibles, y alinearlo con una buena estrategia de seguridad alimentaria. Y en términos de objetivos ambientales todos deberían alinearse también con la Estrategia Nacional de Cambio Climático y su plan de acción.