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El pasado 7 de febrero de 2016, se cumplen los CIEN AÑOS del fallecimiento del genio universal RUBÉN DARIO, de quien haré una reseña relacionada con Liberia.

En los años ochenta, en conversaciones con la línea aérea soviética AEROFLOT, nos pusimos de acuerdo en una excursión a Rusia, y un numeroso grupo de compañeros del Club Rotario de Liberia, nos incorporamos en esa memorable excursión, en la que siempre nos acompañó un guía-intérprete que sabía perfecto español. 

Al regresar de Leningrado (hoy San Petesburgo) a Moscú, fuimos invitados por la Juventud Comunista a una recepción en la que uno de sus apuestos jóvenes declamó con una asombrosa brillantez, belleza y elocuencia en perfecto español “La Marcha Triunfal” de Rubén Darío; fue tan apoteósico el aplauso de los costarricenses e hispanos allí presentes, que me vi obligado como coordinador del grupo liberiano, a aproximarme al joven declamador para felicitarlo por su exquisita participación; lo felicité brevemente, y el guía e intérprete, me hizo esta observación a presencia de Enrique Montiel Gutiérrez y Manuel Santos Alvarado: “él no entendió lo que usted le externó con su felicitación, pues no sabe español, esa obra la sabe de memoria, la ha memorizado, pero no habla español”. ¡Para nosotros fue una verdadera sorpresa, que un ruso, en perfecto español declamara esa inmortal obra de Darío y no supiese español! 

Nos fuimos a un bellísimo parque que se encuentra en las afueras de aquel recinto, y sentados el grupo de liberianos, se apartó del grupo Manuel Santos Alvarado hacia un asiento cercano, se sentó, y de pronto un joven ruso, que no hablaba el español, y desde luego tampoco Manuel hablaba el ruso, se sentó a su lado, le hizo de señas a sus zapatillas, moviéndola rápidamente de arriba hacia abajo suyas, y le señalaba las de Manuel (que había adquirido en Buenos Aires, Argentina, bonitas y muy usadas), y con el dedo índice de sus manos los cruzaba con un billete de cien dólares; el trueque, cambio o negociación lo presenciamos Montiel y yo, cuando observamos que en efecto, se cambiaron ambos los dos pares de zapatillas, y Manuel recibió los cien dólares. Enrique y yo presenciamos aquel singular negocio, y no podíamos contener la risa y carcajadas por aquella histórica negociación, a la que se unió todo el grupo de liberianos, por las ocurrencias de Manuel, a lo que yo agregué, “Manuel lo que ha ocurrido hoy aquí en Moscú es un hecho histórica de una gran singularidad “, a lo que él me agregó, con aquel discurso muy suyo, pausado, cargado de humor y gracejo: “Mirá, a vos que te gusta la historia, te voy a contar una, y tiene que ver con Rubén Darío y Liberia: Yo nací el 15 de setiembre de 1915; en 1922, yo ingresé al primer grado en la Escuela Ascensión Esquivel con Enrique Montiel, Manuel Jirón y Crisantos Álvarez; creo que estando en segundo o tercer grado, yo ya leía de corrido en la Escuela y en mi casa; en mi casa de La América, existía una pared de color muy claro, blanca o color crema, con unos versos preciosos que yo a menudo leía, y que al final tenía una firma que expresaba “RUBÉN DARIO”. Ya más grandecito, le pregunté a mi Tata, que qué era eso, y me contó lo siguiente, a propósito de ahora que escuchamos La Marcha Triunfal de Darío: “En 1891, ingresó a Costa Rica ese gran genio Rubén Darío por Peñas Blancas, y los liberianos fuimos informados que pasaría por Liberia, a la que visitaría brevemente. Mirá todos los liberianos nos preparamos para recibirlo con júbilo, en forma apoteósica, pues ya tenía fama de poeta, escritor y periodista de renombre, y en toda la América se le aclamaba. Era un joven de 24 años, que asombraba por su genio, su gesto, su palabra y la dulzura de sus declamaciones; y el pueblo enamorado de este muchacho tan agradable y simpático, lo invitó a un lugar con un nombre muy sugestivo y amoroso, a esta finca La América. Y, en este lugar, continuó la gran recepción, la alegría, los versos, la dulzura de su poesía, su discurso cargado de poesía y de amor a este pueblo que lo amaba y esperaba; en cierto momento de aquella borrachera de amor y de poesía,  le solicitamos que le escribiera a este pueblo unos versos, y en esa pared que estás viendo, de su puño y letra, escribió esos versos que él dedicó a Liberia, y que al final suscribe como su autor con sus hermosas letras “RUBEN DARIO”.

De inmediato, le pregunté: ¿Manuel, y la pared, qué se hizo de la pared, dónde está?” Me contestó, “esa es otra historia. Yo me fui al Liceo de Costa Rica y cuando regresé, no supe quien se le ocurrió demoler la pared… aquella pared…” Me causó cierta angustia, la demolición de aquella pared, enterándome de ello, allá en Moscú, después de haber escuchado La Marcha Triunfal, de aquel joven ruso, que nos había confundido con los sandinistas, pues nosotros viajamos del Juan Santa María en la línea aérea Lanica a Managua, en plena Revolución Sandinista; en el Aeropuerto Internacional de Las Mercedes que los nicas bautizaron como Aeropuerto Sandino, abordamos el Jet de cuatro turbinas de Aeroflot, con destino a La Habana, de aquí a Chanon Irlanda, y de aquí a Moscú. La confusión fue enorme, pues además de confundirnos como sandinistas-comunistas, también para sorpresa nuestra, también se nos confundió como miembros de la Juventud Comunista de Costa Rica, lo cual fue indignante para nosotros… y eso es otra historia… 

En relación con este caso, el director del periódico La Nación, don Eduardo Ulibarri, se interesó por el mismo, e hizo un reportaje de la extraña confusión, que después de una investigación que hice, no hubo tal confusión, se trató de “abaratar” los gastos de transporte aéreo, terrestre, estadía y alimentación, pasándonos como miembros de la Juventud Comunista de Costa Rica, a fin de que saliese más económico el servicio.

Rubén Dario ingresó a Costa Rica el 15 de agosto de 1891, y estuvo en Liberia el 15 y 16 de agosto de ese mismo año, y salió del país, el 11 de mayo de 1892. Durante esos 9 meses, que permaneció en suelo nacional, creó en cierto modo “un terremoto” intelectual, de asombro y felicidad entre todo los intelectuales, escritores, poetas y artistas de Costa Rica, y al partir de Costa Rica por Puntarenas generó una cierta nostalgia su partida, pues este extraordinario periodista, escritor y gran poeta conmovió a todo el “gallinero político, periodístico y poético de Costa Rica”.

En esta fotografía de izquierda a derecha: Manuel  Santos  Alvarado, Clemente Cuadra Argüello, Enrique Montiel Héctor, Vinicio Tinoco, Eduardo Mora Medina, Rivas Barrantes, Luis Alberto Delgado Martínez, Enrique Montiel Gutiérrez, Manuel Jirón García y Ronny Pizarro Méndez.


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