Mi primer viaje de Puntarenas a Nicoya, lo hice cuando niño, en 1935, para ese entonces se hacía primero desde el puerto a “Puerto Letras” en lanchas rústicas, la que recuerdo es el “Indio Azteca” propiedad de don Indalecio Ordóñez –un enorme bongo diría yo, de una sola pieza, con un motor ruidoso y una sola bodega donde el pasajero viajaba en las cajas de kolas, canfín y mercaderías que llegaba al comercio nicoyano; para allá para acá se viajaba con granos y cerdos que eran productos preferidos por el mercado puntarenense.
En mi primer viaje no recuerdo a don Rogelio, pero en el segundo, que fue definitivo para mí hasta terminar la primera enseñanza en el único centro educativo del cantón, me refiero a la Escuela Leonidas Briceño, ya si ubico a don Rogelio Fernández, pues era el padre del periodista José Joaquín Fernández Castrillo, con quien mantengo una amistad desde aquella feliz infancia.
Don Rogelio era un hombre de baja estatura, blanco, lacio, de mirada profunda, le distinguía una gran nariz que han heredado todos sus hijos. Tenía un sentido del humor tan profundo que podía uno de niño y luego de adulto, permanecer horas con él sin aburrirse. Su preparación académica la desconozco, pero si puedo asegurar que era un hombre cultísimo.
Supe por don Humberto Fernández Rovira, residente en Liberia, que don Rogelio Fernández, llegó a Nicoya como maestro rural y que ejerció su profesión por muchos años, teniendo todavía muchos alumnos que están pensionados en el cantón, entre sus alumnos están los integrantes del grupo o asociación de pensionados, distinguiéndose entre ellos la profesora Sergia Orozco Muñoz, maestra que fuera mía por muchos años.
Luego dejó el magisterio nacional y sededicó por el resto de su vida a litigar, distinguiéndose como un excelente litigante, lleno de confianza en todos los asuntos que llevaba ante los tribunales de Nicoya.
Fue un líder político. De una oratoria fina, penetrante y entusiasta. Fue candidato diputado por la provincia de Guanacaste y si no se hizo fue por esas cosas del destino, pero tenía una capacidad superior a muchos que lo fueron por el cantón de Nicoya.
Desinteresado en los bienes materiales. Nunca le importó atesorar dineros.
Recuadro destacado
Y fue tanta su bondad que lo que ahora ocupa el Hospital la anexión en Nicoya, fue de su propiedad y allí tenía su casa de habitación, y en vez de recibir dinero por estos terrenos los donó a la comunidad nicoyana para que se construyera el hospital que disfrutan todos los nicoyanos.
En las lides políticas dentro del cantón, le depararon el nombramiento suyo como regidor. Su capacidad era tanta que fue presidente de la Municipalidad de Nicoya, dando a los vecinos pobres trato preferencial, sobre todo en la vivienda. Recuerdo que se donaron lotes a las personas que no tenían albergue y fue como poco a poco fueron naciendo comunidades o barrios que hoy conforman un todo para la ciudad de Nicoya actual.
Lo recuerdo como un hombre bueno. Un padre tan cariñoso y bondadoso que me cuesta encontrar hoy. Nunca le oí hablar mal de nadie y no le escuché jamás palabras groseras para nadie. Prefirió callar siempre los insultos, por que tenía suficiente inteligencia para ello.
Se le construyó un busto en Nicoya. Creo que es el mejor premio que se le hace a un hijo predilecto del cantón de Nicoya.