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Nicoya era también llamado NAMBÍ y ejercía un dominio absoluto sobre las poblaciones y territorios que sus vasallos DIRÍA, ZAPANDI, CANGEN, PARO GU- TURINA Y CHOROTEGA mandaban, al momento de dar sus votos de obediencia al Rey de España, luego de ser bautizado con seis mil de sus súbditos y asumido con ello la religión cristiana, al menos en su aspecto ritual. Los españoles llamaron a toda la co- marca con sus gentes, Reino de Occidente y reconocieron como su Rey al poderoso NAMBÍ.


Los tiempos malos comenzaron a llegar con la conquista de Nicaragua, por Fran- cisco Hernández de Córdoba, subalterno de Pedradas Dávila en 1524. Desde ahí, da inicio una historia de abusos con el reparto de los indios como esclavos, por medio de la Institución conocida en la época más obscura de la conquista como encomiendas. Los principales jerarcas se repartieron los indios de Nicoya, llegando así a exterminar los varones en la región. Muchos de ellos fueron enviados a Pizarra y utilizados en la conquista del Perú.


La Corona Española trató de frenar los abusos erigiendo a la región de Nicoya en corregimiento y con ello en tributaria directa del Rey de España. El derecho público colonial establecía que los corregimientos eran nombrados por la Real Audiencia de Guatemala y su funcionamiento era independiente de los gobernadores de Provincia. Años después, el Corregimiento de Nicoya fue convertido en ALCALDÍA MAYOR lo que equivalía a una sub-administración. A este efecto se daban como generales de Nicoya, que distaba cuarenta y ocho leguas de la Ciudad de Granada en la Costa del mar del Sur, se fijaba como un corregimiento de naturales que llegaban hasta la Isla de Chira, bajo su jurisdicción. Los vínculos con Costa Rica comenzaron de alguna ma- nera en 1593, con el nombramiento de don Fernando de La Cueva, como Gobernador de Costa Rica y Alcalde Mayor de Nicoya al mismo tiempo. En 1665 don Juan López de La Flor, Gobernador entonces de Costa Rica, solicitó a la Corona la anexión definitiva de Nicoya a la provincia de Costa Rica. La gestión no prosperó y Nicoya mantuvo su autonomía y absoluta independencia. La
categoría jurídica de Nicoya cuenta con tan importantes antecedentes, que una Cédula Real de 1692 declara que sólo el Rey de Es- paña podría nombrar alcaldes en la Región de Nicoya. Posteriormente las circunstancias cambian y Nicoya mantiene su condición de independencia, administrándose por sí mis- ma, por un período de 185 años, que se inte- rrumpen en 1787 cuando se incrementa el ré- gimen de Intendencia por decisión del Reino de Guatemala. Los vínculos que inicialmente fueron administrativos con la Provincia de Costa Rica, comenzaron a ser políticos cuan- do las poblaciones de Nicoya, Santa Cruz y Guanacaste (hoy Liberia), se sumaron a las de la Provincia de Costa Rica para nombrar un diputado a las Cortes de Cádiz en 1812 y otro a la diputación provincial de León, que se llamó DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE NICOYA Y COSTA RICA.


La antigüedad de Nicoya está íntimamente ligada a todo el territorio peninsular. Negar esta enorme verdad, es mutilar la historia de la Península y atentar gravemente contra la identidad cultural de un pueblo entero. El Acta de Independencia de Centro América, decretada el 15 de setiembre de 1821, fue co- nocida en Nicoya diez días antes de que la misma fuera del conocimiento de las Autori- dades de Cartago. Con la Anexión de Guana- caste a Costa Rica el día 25 de julio de 1824, se inscribe en la historia nacional y regional, una de las páginas más hermosas para ambas partes. A la nueva Provincia de Costa Rica, en su estructuración definitiva, unirían los territorios que geográfica, demográfica, his- tórica, cultural y racialmente estaban naturalmente unidos al resto de Guanacaste. Ello queda claramente establecido para la histo- ria cuando en 1841, el artículo tercero de la Constitución de Costa Rica rija la extensión de la Provincia de Guanacaste hasta el Río Lagarto, amén de toda la península.


Ya formando parte integral de Costa Rica, los límites de Guanacaste quedaron establecidos por la ley, de manera que sigue: Partiendo de la Bahía Salinas, va ese límite por la línea di- visoria internacional para Costa Rica y Nica- ragua, hasta encontrar el Río Haciendas, que desemboca en el Lago de Nicaragua, sigue aguas arriba de este río hasta su nacimien- to en la cima de la Cordillera Volcánica del Norte para continuar hasta el suroeste por esa cima, hasta encontrar la Sierra de Arenal, que se bifurca al sur del Volcán Tenorio con di- rección Este.
El límite sigue, por la cima de esta Sierra hasta el Cerro Indio o Montaña India, de aquí línea recta a la Cordillera de los Ríos Negro y Arenal, para seguir aguas arriba del primero hasta su nacimiento en la Cordillera de Tilarán, continúa luego por esta cima para encontrar el nacimiento del Río Lagartos; si- gue aguas abajo hasta la desembocadura en el Golfo de Nicoya, las costas de dicho Gol- fo e Islas y las del Océano hasta el punto de partida marcando el resto de los confines de la provincia.


La sufrida historia de Guanacaste es un buen testigo de las dificultades con que la nueva nación costarricense se encontró en su nueva vida independiente. En el acceso al desarro-
llo la provincia de Guanacaste estuvo pos- trada por siglos enteros de incomunicación, que llevaron aparejados pobreza e incom- prensión desde la metrópoli, que encerrada en sus propios conflictos, siempre estuvo abandonada a los territorios y habitantes de un norte desconocido que comienza llegan- do tarde a la historia todavía reciente, del naciente estado costarricense.


Don Alfredo González Flores, no dudamos que con las mejores intenciones, se preocu- paba por la incomunicación absoluta en que se encontraba la parte más peninsular de Nicoya en 1915, por lo que tuvo a bien po- ner esa porción del territorio guanacasteco bajo administración puntarenense, cuidan- do, sí, de respetar la integridad territorial tan trascendente en la historia y fijándose en el decreto ejecutivo que cedía la adminis- tración a Puntarenas de esa zona, la condi- ción de que era mientras Guanacaste podía hacerse cargo debidamente del territorio en cuestión. Para entonces, los habitantes de Paquera, Cóbano y Lepanto, tenían en el mar un medio de llegar a Puntarenas más fácilmente.


Hoy, con el desarrollo de las vías terrestres, la amplitud de los servicios de electrificación y salud en toda la región, Guanacaste reintegra, de hecho, sus territorios históri- cos y deja sin fundamento la disposición del Decreto Número 20 del 18 de marzo de 1915. Un decreto del Poder Ejecutivo que de por sí no tiene fundamento legal, ya que los límites de la Provincia sólo los puede cambiar el Poder Legislativo. Los límites de Guanacaste ya estaban trazados desde antes de la colonización y consagrados en la Constitución de 1871.

 

“La antigüedad de Nicoya está íntimamente ligada a todo el territorio peninsular. Negar esta enorme verdad, es mutilar la historia de la Península y atentar gravemente contra la identidad cultural de un pueblo entero”


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